Por JUAN MANUEL ALZATE VÉLEZ (alzate.jm@gmail.com)
Esta columna es la aceptación a una grata invitación y llega en un momento donde busco apropiación. Es mi oportunidad para hacer catarsis y tomar riendas. Pisar estribo. En paralelo, una oportunidad para agregar pensamientos individuales que se quedan mudos porque no nos atrevemos a conversarlos, pueden sonar profundos. Un espacio para encontrar pensamientos que muchos tenemos, explotarlos y luego colectivizarlos. Hacerlos de todos.
Denme licencia para, en lo sucesivo, buscar conquistar esos momentos de desnudez antes de ir a dormir. Ese espacio de tiempo en el que al desvestirse cuando el día cierra, hay doce segundos para pensar en los eventos trascendentes del día: lo que se dijo bien o mal, lo que pudo hacerse de una manera diferente.
Pido permiso también para alejarme en la redacción de la primera persona. Sirve para colectivizar el pensamiento, para evitar caer en críticas personales. Déjenme escribir en un ritmo que defino “al galope”. Ese paso que el caballo entona a medias pendientes y que permite avanzar a una velocidad prudente para trayectos largos.
Déjenme abrir las puertas para explorar ese sentimiento que muchos tenemos y que pocos compartimos. Ese que define el comportamiento que se vive en cada ciudad porque, este a su vez, queda definido por el de sus individuos.
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En los noventa, cada gran ciudad de Colombia tenía un estribillo. Una herramienta de defensa a la identidad en medio de la violencia que en ese momento se vivía. Bogotá no tiene mar / Bogotá no tiene mar / pero tiene ciclovía. Más de 20 años después, Bogotá tiene la mejor ciclovía y sistema de ciclorrutas del país. Quiero a Medellín / Amo a Medellín. Efectivo: los locales defienden con amor profundo la ciudad. Con orgullo apasionado de su origen. Cali, Cartagena, Bucaramanga, tienen historias similares.
Medellín, la ciudad en la que hoy vive, descansa en ese estribillo. Por lo menos hasta esa generación que todavía lo recuerda pintado en canecas de basura o en cachuchas para ir al estadio. Las nuevas generaciones, que ya dieron vuelta a la página de la violencia, piensan en Medellínnovation. Sin estribillo, una gran idea en una simple contracción. Ya muestra frutos. Pero queda faltando una cuota de apropiación. Ese papelito que se pega en la puerta de la nevera con una idea importante escrita y que sirve para verlo todos los días y recordarlo. Defenderlo. Un refuerzo a la identidad. Un factor que como locales, impulse a sentirse aún más parte de la ciudad.
Esta columna busca resaltar la necesidad de expresar ese sentimiento de identidad y apropiación en un arreglo de palabras simple. Un estribillo que motive a saber por qué el barrio Buenos Aires se llama así, o por qué Envigado tiene su nombre. Esa frase que dé ganas de hacer el tour guiado por la ciudad recordando historias de personas y edificios. De conocer nombres de calles y quebradas para valorarlas más. Un poco de sentimientos para enamorarse de la historia de la ciudad. Conocer su pasado para defender su presente. Y desde ahí, materializar un grande y nuevo futuro. Se trata de historias simples y cotidianas para identificar el valor de esta ciudad, en las mismas personas que una vez la habitaron. Las que hoy la habitan. Un motivador que abra los ojos de todos y conduzca a tomar acciones individuales, empeños que la continúen convirtiendo en una gran ciudad. La que se levantó en índices de homicidio, criminalidad, ingreso per capita, inversión en innovación, metros cuadrados de espacio público y zonas verdes, o productividad industrial. La que se quiere levantar a futuro en calidad del aire y salud pública. La que mira ansiosa el futuro. La ciudad que tiene alma y espíritu. Aquella que ha logrado poner de acuerdo a muchos actores, y aunque la tildan peyorativa de provincia, tiene potencial de ser del primer mundo y arrastrar consigo al mismo destino.
Este primer ejercicio buscará encontrar los argumentos para enamorarse de la ciudad. Identificará personas locales para dejar saber que usted, como otros que acá viven, comparten el mismo ideal. Simplemente se ha perdido algo de ímpetu para defenderlo porque en algún momento del trajín diario, se le restó importancia: ¿saluda al desconocido caminando a su lado?, ¿para en la cebra cuando conduce para que crucen peatones?, ¿hace la fila para tomar el bus?
Sus acciones definen las acciones de la ciudad. Su comportamiento define el pensamiento de la ciudad.