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Diciembre de 1895. Dos hermanos dieron luz a la idea del cine parándose sobre hombros de un gigante: Thomas Edison y su Kinetoscopio. Ellos crearon el Cinematógrafo. Un instrumento más portátil que el previo con un resultado similar. La calificaron como “máquina de hacer sueños”, denominación que permanece. El cine, crea sueños.
Los hermanos Lumière (hermanos Luz), gozaron del apellido necesario para ser los inventores de este aparato que registraba imágenes en movimiento. En internet buscando “cinematógrafo” se muestran visualizaciones tempranas de lo que hoy se denomina “cine” y que clasifica como séptimo arte.
Como la pintura, música, danza, literatura, arquitectura y escultura; el cine clasifica como arte porque logra transmitir las emociones que alguien moldea, desde su perspectiva, con su naturaleza creativa. Un guion puede traducirse de infinitas maneras según la visión de quien dirige la cámara. A falta de un pintor, es un director quien guía una historia escrita, y la ambienta para sumergir espectadores en un sueño. Como pieza musical, edificio magistral, u obra de arte, el cine cuando se asume bien, transporta al público a realidades inventadas, narrativas de sucesos históricos o interesantes mezclas. Transmite una emoción que no se concentra en una sola imagen sino en una sucesión de ellas que simulan movimiento y ambientan con música de fondo. Quizás, una forma de arte más completa al combinar otras.
En el cine caben géneros: comedia, drama, terror... En principio, se acostumbró mudo, la tecnología lo acompañó luego con sonido. Hoy, se enaltece con desarrollos tecnológicos que sorprenden por la capacidad de reflejar situaciones atípicas.
Siendo una forma artística tan versátil, ha logrado capturar la atención de muchas personas que lo buscan de dos maneras. La primera, una forma de entretenimiento. Invitar pretendientes para compartir un momento de oscuridad y luego conversar de la película. Quizás para ir a pasar el fin de semana. La segunda, una forma que no excluye la primera pero que ahonda en su intención. Ver cine como espacio de observación individual. En principio, porque el cine bien visto procura el silencio, ya una postura de reflexión personal. Y segundo, una actividad de espectador: la de un tercero que podrá juzgar según su criterio la calidad de la proyección.
Lo que eventualmente se ha perdido en el panorama reciente, es la capacidad de criticar a profundidad (y de forma constructiva), el contenido de la película. Si bien algunas no lo permiten por lo superficial de su historia (explosiones fantásticas o peleas fútiles que con mérito), otras logran sumir en pensamientos y reflexiones profundas que habilitan interpretaciones diferentes. Cavilaciones como las que producen libros o composiciones musicales. Capaces de exigir el pensamiento para emitir una opinión propia.
El cine puede aproximarse como un instrumento de entretenimiento o reflexión. Uno que acerca realidades ajenas, como las que logra un libro, pero con una interpretación particular del director que acota la imaginación, pero eleva el pensamiento. Uno que podría ayudar a vivir más vidas que la propia al permitir ver, escenarios que de otra manera serían ajenos a la vida propia.
¿Cuál fue la última película que vio?, ¿qué reflexiones le produjo?, ¿tuvo algún efecto en su vida personal? Que esta columna, invite a ver el cine de una manera diferente, a darle otras interpretaciones a películas como El Guasón o Parásito, de las que todos hablan. A estar en capacidad de juzgar su contenido y discernir el buen del mal cine, más allá del género. El mensaje oculto que transmiten. El contenido que nutre el pensamiento, o el que simplemente lo disuade. Esa capacidad de distinguir cuándo se busca el cine para pensar, o para entretener.
