Esta columna, la última del año, quiero dedicarla a todos esos colombianos que pasaron dificultades durante este 2020, pero que con admirable fortaleza no se rinden y siguen adelante.
Soy consciente de las desigualdades que tiene Colombia, que se profundizaron a causa de la pandemia. Por eso mismo, sé que un año atípico como este nos puso a todos sobre las cuerdas, pero no de la misma manera como lo hizo con los más vulnerables que asumen la peor parte en los tiempos más difíciles. Primero, expreso mis condolencias con los familiares de las más de 41.800 personas que han fallecido en el país a causa del covid-19, al igual que toda mi solidaridad y apoyo hacia los colombianos que han sentido esta crisis de una manera más profunda: a los más de 4 millones que perdieron sus empleos, a los más de 30 mil que han tenido que cerrar sus negocios, a los más de 100 mil niños que no pudieron regresar a clases, a las 5.6 millones de personas más en situación de pobreza y a las casi 2 millones de familias que han padecido hambre en sus hogares.
Ojalá todos pudiéramos hacer un poco más por ayudar a que esta pandemia sea más llevadera para tantas personas que la han pasado mal. Pero el propósito común de salir avantes de esta situación es lo que nos sigue llenando de esperanza todos los días. Por eso, este año también ha representado oportunidades, sobre todo aprendizajes para asumir la vida de una forma más consciente, para entender que somos vulnerables, que no tenemos todo bajo control, para darnos cuenta que las soluciones no dependen exclusivamente de un gobierno y que en nuestras manos también está gran parte de la responsabilidad frente a lo que pasa en el mundo.
Nos dimos cuenta cuáles son las prioridades en la escala de valores, que la vida, la familia y la salud son fortunas que hay que cuidar más, que la competencia no es más importante que la cooperación, que la prosperidad debe ser de largo plazo e incluir a las futuras generaciones, y que no podremos hablar de éxito mientras la mitad de nuestra sociedad se esté viniendo abajo.
En definitiva, este año nos ha planteado retos enormes como seres humanos y como sociedad. En los momentos de crisis es cuando más asechan las amenazas, no sólo a nuestra propia integridad y a los principios personales, sino a todo un sistema de valores basado en la razón, la ciencia, los derechos humanos y la democracia. Por eso, aunque debemos asumir el 2021 siendo diferentes en muchos sentidos, nunca podemos bajar la guardia frente a lo que nos haga mejores y nos proteja contra toda forma de egoísmo, violencia y populismo autoritario: moderación para relacionarnos con respeto, empatía para ayudar a los demás, pensamiento crítico para distinguir las verdades de las mentiras y capacidad de actuar constructivamente por un mejor país.
Este 2020 ha sido adverso pero también propicio para imaginar alternativas a los problemas y escribir un futuro distinto en el que jamás nos olvidemos de los valores que nos hacen mejores personas y mejores ciudadanos.
PD: Quiero agradecer a mi familia, a mis amigos y a cada una de las personas con las que he compartido este año 2020. Gracias por su cariño y compañía en un año tan extraño para todos. También quiero agradecerles a quienes han leído y compartido mis columnas y opiniones.
¡Les deseo a cada uno de ustedes un feliz y próspero Año Nuevo!