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Un territorio diverso en geografía e idiosincrasias. Un sancocho cultural. Ha gozado de más de diez constituciones nacionales, y sesenta y una provinciales. La más corta con 64 artículos. La más larga y reciente (1991), con 380, la ubican de 17 entre las más largas del mundo. Éste último intento de acuerdo fue traducido al inglés y a todas las lenguas aborígenes nacionales buscando la cohesión que aún no se encuentra.
La Magna carta lograda en 1863 definía a Estados Unidos de Colombia, un país con barriga que abarcaba parte de Perú, Brasil, y Panamá. Vigente hasta que la contrarió y se superpuso la de 1886, para ese momento República de Colombia, un país sin barriga pero que incluía ese brazo izquierdo que era el istmo. Pedazo de tierra de la placa tectónica del Caribe y que para la Constitución de 1991 ya no se agregaría en el perímetro nacional.
Obviando discusiones partidistas entre falsos héroes que migraron entre partidos según conveniencia, guerras que hoy podrían calificarse de innecesarias, muertes y crisis económicas en las que desembocaron, este ejercicio se centra en rescatar y lograr argumentos para unir el orden nacional. Acuerdos comunes para garantizar el entendimiento común.
Como relación amorosa que nace por un desliz hormonal –lo que mal empieza, mal termina–, ambas Cartas Constitucionales: 1863 (vigente por 23 años), y 1886 (25), compartieron el mismo destino.
La de 1863, desconociendo el hecho de que como país apenas se daban pasos para dejar atrás una economía feudal y entrar a un pseudo capitalismo, se valió de argumentos idílicos para copiar modelos europeos. Se buscó una réplica lustrosa y poética para ajustarse a una realidad cultural diferente a la del europeo promedio. Omitió la diversidad cultural local, el conflicto de intereses entre los aborígenes, los “recién” llegados al continente y los obligados a desembarcar para ser explotados. También hizo a un lado la explotación y la esclavitud que logró abolirse en 1851. Quizás en eso mejor que Estados Unidos que la abolió en 1863.
Para darle el mérito a la Carta de 1863, enarboló banderas de liberalismo clásico. Aunque la unidad queda en entredicho por la rebelión armada de la que nació, favoreció entre otras la libertad de culto y de mercado, abolió la pena de muerte y promulgó la educación laica con ciencias modernas (física, química, biología y filosofía). Separó iglesia de Estado por conflictos de interés. Siendo gobierno federado confirió a cada Estado autonomía para promulgar leyes y administrar justicia. El Estado vigilaba el orden público y daba garantías de libertades individuales.
1886 fue una contraposición a la Magna del 1863. Un afán contrario y nunca complementario. Abolió el nombre Estados Unidos de Colombia para pasar de Estado Federado a República, hoy República de Colombia. Un país que centralizó el gobierno, creó departamentos sujetos al orden nacional y un único ejército. Le ofreció a la iglesia católica exenciones de impuestos y facultades para delinear la trayectoria educativa. También creó las ramas del poder ejecutivo, legislativo y judicial equilibrando poderes.
Un resumen simplista de la historia, para dejar claros dos ideales diferentes, ninguno con verdades absolutas. Ambos sin ánimo de escuchar o disentir para construir sobre las opiniones: ¿era necesaria la imposición y sevicia hacia ideologías contrarias?
Más de 150 años después es imposible juzgar cuál era mejor desconociendo el contexto que fundó las decisiones implementadas. La ganancia es la reflexión y necesidad de construir sobre argumentos comunes. Saber que mientras más grande sea el disenso, más fuerte es el consenso.
