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Juan Manuel Alzate Vélez
Columnista

Juan Manuel Alzate Vélez

Publicado

3 A: EL CONOCIMIENTO

Por JUAN MANUEL ALZATE VÉLEZ

alzate.jm@gmail.com

Este es un personaje de calle. No cree en ascendencias ni estirpes. Guarda monedas de “devuelta” en el bolsillo para ajustar el pasaje del bus. El carro particular no es su aspiración. Visita los mejores restaurantes y librerías de la ciudad, la decisión no va en el costo; sino en el gusto y el sabor que ofrecen. Disfruta un tour histórico guiado en la ciudad, o hacer embolar los zapatos en el parque de Sabaneta. Habla de geografía, y enfilando a próceres patrios, identifica a dedo los que sobran para lograr una mejor historia. Cuenta hechos históricos en Suramérica, Medio Oriente y Europa, recita con precisión historias de monarquías y dictaduras, domina el conflicto en Palestina, trayectorias de migraciones y eventos de conquistas históricas o recientes. Su morbo: historias atípicas, libros raros, ociosidades varias como dicen las mamás. Habla de finanzas, trascendencias y banalidades. Tiene una habilidad crítica que pocos dominan, casi llegando al punto de saturar.

Tan ácido como es en ambientes de confianza, a ojos desprevenidos se observa con ese caminar erguido, pausado y cómodo imposible de dominar con violencia o cansancio. En el diccionario quedaría definido como el andar de los que superaron adoctrinamientos en la vida. Rigores que combatieron con conocimiento como Firmin el ratón de biblioteca (el libro de Sam Savage). Pondera de quién vienen las ideas y contrasta. Este personaje adopta posición cuando tiene clara una opinión.

Canchero en el pensamiento, tímido con palabras en escenarios abiertos. Enmudece a pesar de su veintena de horas de lectura semanales porque conoce la potencia y el impacto de las palabras. La precisión de la semántica. Desborda la humildad con la que el conocimiento inviste y busca el televisor cuando lo justifica el buen fútbol porque en él, dejó de encontrar el alimento que busca.

A su lado, se siente la comodidad de la ilustración. La tranquilidad de una vida larga, no por los años biológicos que cuenta (apenas llegará a los 32); sino porque cada libro leído le abrió innumerables vidas paralelas, vidas en las que aprendió de historias ajenas sin las cicatrices que dejan experiencias propias. Para él la lectura no es un hábito o una obligación. Es necesidad.

Esta ciudad se enorgullece de la vibración que genera esa fuerza que lo obliga a buscar el siguiente libro con el ahínco de quien no sabe hoy; pero que espera después de buscarlo profundamente, revelarlo por cuenta propia. De quien necesita opinar con contundencia. De quien reconoce la versatilidad del conocimiento, de la opinión objetiva. De quien valora hechos y la mecánica de unir argumentos pensando. De quien pondera opiniones disímiles o no miscibles para generar una propia. Una idea que es valiosa para sí mismo y está en capacidad de defender con argumentos propios. Esos que le dan el carácter para decidir tranquilamente cómo votar en elecciones, o abandonar sueños de carro propio.

Encontrárselo caminando en la calle nunca irá en lo verbal, más allá de un firme pero cordial apretón de manos a distancia y un saludo frío con ceño fruncido, buenos días/tardes... Sin embargo, el encuentro da garantía de preguntarse cómo tan imperceptible y mimetizado, carga consigo el ímpetu de tsunamis. Una persona cotidiana que con una actividad tan simple y monótona como leer lo que su juicio propone, logra convertirlas en fuentes de pensamiento y criterio. Del conocimiento necesario para tomar decisiones. Porque se elevan por encima del plano animal para pensar y luego opinar.

Esta ciudad agradece personajes como el descrito. Tranquiliza que en ella se alojen deseos de conocimiento y de opinión personal tan autónomos. Ideales individuales claros que al sumarse, generan una masa de opinión bien formada. Educada. Válida para discutir y defender con argumentos. No para imponer posiciones. El conocimiento de este lector se tranquiliza sabiendo que, cuando emite una opinión, otros como él están dispuestos a construir con argumentos. A hacer sentir que aunque cada vez es más anónimo el circular por la ciudad, ésta gana progresivamente argumentos para construir civismo y defenderse de la irracionalidad.

¿Habla por hablar?, ¿opina con argumentos?, ¿lee por placer?, ¿lee lo que quisiera leer?

Sus acciones definen las acciones de la ciudad. Su comportamiento, define el pensamiento de la ciudad.

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