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Pensar ideas para contar una nueva historia para Colombia requiere decisión. Renuncias a las estigmatizaciones. Dejar de lado el origen o las divisiones. Evitar la individualización. No pensar como caleños, bogotanos, pastusos o costeños. Evitar justificaciones de izquierda o derecha. Ciclistas o motonetos; mestizo, blanco, indio o negro; de mundo o de calle. Agregados bajo el mismo sentimiento de colombianos se disfruta igual el juego de la selección Colombia de fútbol, los triunfos en apneas profundas, las victorias de los duros que participan en el Tour, o la sincronía de un par de raquetas estrella.
Contar una nueva historia para Colombia requiere colectivizar: encontrar factores comunes que unen. El poder magnético que agrega y genera atractivo. El que permite hacerse y sentirse parte de algo grande, positivo, algo poderoso capaz de hacer que las cosas cambien, de hacer que las cosas pasen. Lograrlo, es una tarea que es mejor abordar por partes.
Primera parte: Es necesario obviar lo que por naturaleza se hereda. No hacer méritos por nacer en un contexto o en una condición. Se logró por asignación. Y acá cabe la alegría natural de vivir en una geografía generosa, diversa en fauna y flora que en estos límites quedaron incluidos. Cabe el acceso a dos océanos, la puerta de entrada al pulmón del mundo, llanuras y alturas con su diversidad térmica, la abundancia hídrica que vientos alisios empujan, y finalmente, después de un devenir que para qué entrar en detalles contar o que es mejor obviar, la versatilidad que dio una trayectoria histórica que mezcló genes de muy diferentes orígenes geográficos. Un mestizaje profundo con toques de experiencia indígena local, la fortaleza y el sabor del este de África, y la historia y el conocimiento europeos. Una tipología con resiliencia a enfermedades tropicales. Una suerte que dio origen a lo que hoy se dice Colombia y Colombianos.
Segunda parte: Es necesario hacer a un lado las emociones para encontrar las razones. Con la historia y más por azar que por destino, Colombia heredó un carácter con un sabor tropical que resalta en la costa, prudencia y timidez distintivas en mesetas del interior, personalidades extrovertidas y conversadoras típicas en el interior montañoso, calidez y paciencia por la región pacífica, el tesón y el brío en los llanos y donde termina la cordillera Oriental por solo mencionar algunas. Todas, hoy agregadas bajo de la idea de “pasión”. Encontrar una definición en esa palabra cuesta (“Colombia es pasión”). Más aún cuando aboga por un estado de ánimo, una emoción, o como define el diccionario, lo contrario a la acción. Auto-definirse tiene sus riesgos cuando se desconoce su significado profundo.
Tercera parte: Encontrar las razones. Lo que define a Colombia y sus habitantes radica en sus acciones. El carácter de los habitantes, un accidente de la naturaleza, da lugar a empeños individuales que hacen del país lo que ha sido, es, y eventualmente será. Lo que justifica su historia. En esas acciones está resaltar hechos como la capacidad de agregar la diversidad cultural que en el límite geográfico nacional se envuelve. En esas acciones, las sobresalientes y positivas, las que construyen, se encuentra el poder magnético que puede vender a Colombia. Es allí donde quedará definida la historia que las futuras generaciones, aquella que se puede soñar realmente digital, y que si se cuenta bien, logrará que se sienta orgullosa de contar y digna de defender. Esas acciones pueden ser motivo de reflexión esta semana, o de discusión en una siguiente columna de opinión como esta.
