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Juan Manuel Alzate Vélez
Columnista

Juan Manuel Alzate Vélez

Publicado

4G. UTOPÍA CULTURAL

Por JUAN MANUEL ALZATE VÉLEZ

alzate.jm@gmail.com

El aire infectado generó saturaciones auditivas en humanos. Ruidos que borraron de sus mentes concepciones previas. Ideas se redujeron a nada en medio de inquietudes ensordecedoras. Desencadenaron en silencios reflexivos absurdos. Estos, en introspecciones profundas que crearon individuos capaces de observar primero. De escuchar antes de hablar. De hacer antes de criticar.

Con este nuevo restablecimiento del orden, hubo consenso en la necesidad de sembrar cultura desde el inicio de las vidas de las personas. No como una obligación escolar o una convención social; sino como una necesidad real.

Entendiendo la cultura como esa oportunidad de abrir puertas a mundos invisibles para los más desapercibidos. Como el habilitador de reacciones químicas y eléctricas en el cerebro que bajo la formación racional tradicional, no se había logrado. Simplemente, porque no enseñaba a despertar o administrar emociones.

Se trató de una especie de inducción intensiva a la dimensión más sensorial y simbólica del cuerpo. Desde las etapas más tempranas de la vida para ahorrarles, a los que luego serían adultos, esfuerzos en direcciones insustanciales.

Por el contrario, este nuevo escenario se concentró en ayudarles a esos pequeños a valorar y apreciar los sentidos. Incluso a llenarlos de significado profundo. Se orientaron los esfuerzos a la educación que permitiera a cada quien distinguir qué colores, sonidos, sabores, olores, figuras y movimientos disfrutan más. A entrenar los medios sensoriales necesarios para entender todos aquellos mundos inmersos en cada una de las grandes artes. Las que Ricciotto Canudo en 1911 enumeró: arquitectura, escultura, pintura, música, danza, literatura (incluyendo poesía), y cine. Mundos que facultan a las personas para valorar la disciplina implícita en cada una de esas actividades artísticas que se asumen con vocación. Para estar en capacidad de observar con el filtro del artista, o escuchar con los oídos de un ser más sensible que logra despertar emociones conmovedoras haciendo sonar un instrumento.

Bajo este nuevo restablecimiento del orden, el entretenimiento de las personas pasó a un segundo plano. Horas frente al televisor con noticias amarillas, novelas inocuas; movimientos rápidos de los dedos para pasar imágenes en pantallas táctiles buscando saciar curiosidades morbosas; música a intensidades de volumen que enmudecían el exterior, pasaron a ser historia y motivo de vergüenza histórica. A compararse con hábitos hostiles como quemar personas en la hoguera. Se vio como el triste hábito de quemar el tiempo que era casi lo mismo.

Los paisajes idílicos y vidas fantásticas que tanto vendieron medios de difusión masiva y redes sociales en procura de vidas muy materiales se convirtieron en motivo de mofa. Con estas nuevas reglas, cada quien buscó darle prioridad a sus gustos personales porque de pequeño, se logró educar su cuerpo y cerebro, su gusto individual en esos placeres. En cultivar la virtud que el silencio de la contemplación ofrece, o la autorreflexión que la actividad cultural demanda. Se generaron individuos ricos en diversidad y en opiniones. Que escuchan antes de opinar. Que hablan no para criticar u oponerse; más para agregar armonía a la discusión con otros puntos de vista.

En este nuevo escenario se encontró la desviación de la atención desde el entretenimiento hacia la cultura. A situaciones expansivas para el cerebro: apreciar arte, visitar edificaciones majestuosas... Actividades que permitieron a las personas impulsar la economía durmiendo hasta más tarde, dando espacio al hedonismo y dejando espacio en las noches para dedicarle tiempo a la buena comida y la cultura.

Nota: esta, como cualquier utopía, cuenta un futuro idílico favorecedor del bien humano. Dibuja un punto en el horizonte para procurarlo dentro de las restricciones y devenires que la realidad de la vida impone. Como este, hay muchos otros idilios culturales posibles, tantos como lectores encuentre esta columna. ¿A cuál le apunta? ¿Cómo se lo sueña?.

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