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Enrique López Enciso
Columnista

Enrique López Enciso

Publicado

5G, LA PRÓXIMA BATALLA

Por Enrique López Enciso

ealopezen@gmail.com

Muchos de nosotros hemos oído hablar de la tecnología 5G, la última generación de las comunicaciones por redes inalámbricas. Lo que se ha dicho al respecto es muy llamativo. Los teléfonos celulares, para comenzar, tendrán una conexión más rápida, se estima que será 10 veces más veloz que la actual 4G. Con esto, descargar una película 3D se podrá hacer en 30 segundos, algo que en la 4G puede tardar unos seis minutos. También va a permitir que se puedan conectar de manera confiable un mayor número de dispositivos, incluidos aquellos aparatos que facilitan la vida de los hogares modernos (neveras, lavadoras, robots, etc.).

Por supuesto, tanta belleza viene acompañada de varios problemas. El primero de ellos es económico. Para lograr alcanzar esa velocidad la tecnología 5G requiere viajar en ondas de radio de muy alta frecuencia que se debilitan en las distancias largas. Para evitar eso las compañías tendrán que instalar muchas pequeñas torres que permitirán la repetición adecuada de la señal. Para hacerse una idea, según Barclays, tender la red 5G en Estados Unidos puede alcanzar la suma de 300.000 millones de dólares.

Además del tema económico de su puesta en marcha, la llegada de la 5G tiene otras implicaciones igualmente complejas. El problema es que China quiere ser la proveedora de equipos que utilicen la nueva tecnología y ganar de mano a Apple y otros. También quiere imponer su visión de internet que tiene algunas fortalezas.

En efecto, de internet hay dos versiones (Wall Street Journal, 9 de febrero). En la vertiente china los pagos por celular han reemplazado el dinero líquido; en este mundo digital todo gira en torno a los teléfonos inteligentes que permiten hacer compras y operaciones bancarias y navegar en la red a partir de una única aplicación. El inconveniente es que allí el Estado reina como amo absoluto y vigila todo, y los usuarios avezados deben usar un lenguaje codificado para eludir los controles.

Y está el internet de Occidente, que sigue el modelo estadounidense, abierto a casi todos, los usuarios pueden decir lo que quieran y los desarrolladores inventar lo que sea. De ahí la proliferación de aplicaciones. La gran diferencia la hacen las restricciones en la red en relación con el respeto a la vida privada y a la protección de datos.

Cada internet, entonces, tiene sus ventajas. La versión china tiene sus propios desarrollos con su aplicación única que parece más funcional y, además, permite la recolección de grandes cantidades de información que a su vez favorecen la utilización de inteligencia artificial. Con cosas buenas que salen de esto, como mejorar los sistemas de salud pública, y otras no tan deseables de control sobre los ciudadanos. Algo impensable en la mayoría de Occidente, pero atractivo para los gobiernos autoritarios.

La llegada de la tecnología 5G exacerba la confrontación entre los dos modelos de internet, que hasta ahora habían coexistido en vidas paralelas. Es mucho lo que está en juego.

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