La conferencia de Bretton Woods (New Hampshire, Estados Unidos), llevada a cabo entre el primero y el veintidós de julio de 1944, sentó las bases de orden económico mundial como se conoce hoy. Muchas generaciones de estudiantes aprendimos que el ideal de Bretton Woods era superar la mala hora de la economía mundial, que pasó por dos destructivas guerras, y enfrentó la pavorosa gran depresión de 1929. La propuesta que salió de la conferencia era la de crear una estructura de cooperación y de mercados abiertos, anclados en tasas de cambio fijas y con un énfasis en el crecimiento económico.
Las instituciones que nacieron en ese momento, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco de Reconstrucción y Desarrollo (el Banco Mundial), tenían como propósito monitorear y hacer cumplir el sistema de tasas de cambio fijas y cumplir el mandato del crecimiento. Más adelante, en 1948, se intentó crear una entidad para regular el comercio: la Organización Internacional de Comercio (OIC), fundación que de forma desafortunada no cristalizó por la oposición de Estados Unidos; la función de establecer reglas aplicables al comercio mundial la asumió una entidad provisional que aplicó el Acuerdo General sobre Aduaneros y Comercio (GATT). La interinidad del GATT terminó con la creación en 1995 de la Organización Mundial de Comercio (OMC).
Las cosas han cambiado mucho desde entonces. Tal vez lo más importante es que el sistema monetario internacional dejó de gravitar en torno al dólar estadounidense. El sistema de tasas de cambio fijas colapsó en los años setenta y pasó a ser organizado por las principales economías desarrolladas dentro del G7, en un marco de flexibilidad. Con el fin de la guerra fría, el capitalismo se fortaleció a lo largo del planeta y llevó a la interconexión de los mercados, a la globalización y al progreso de muchas economías. Entre ellas, se destaca el de nuevas potencias que hoy desafían económica y políticamente a las que hasta ahora dominan el mundo.
En medio de esos cambios, el espíritu de Bretton Woods ha persistido, entendido esto, en sentido amplio, como la aceptación del interés común en la cooperación internacional, del valor de tener reglas de buen comportamiento en relación con la tasa de cambio y de la importancia del desarrollo de las economías emergentes.
La pregunta, entrando de lleno en el siglo XXI, es si las cosas van a cambiar radicalmente y con ello el propósito de Bretton Woods. Hay una amenaza inmediata que viene del proteccionismo del presidente Trump quien está socavando algunos de sus elementos. Si esa mala hora se supera, una realidad es que las economías de occidente, que crearon Bretton Woods, están perdiendo importancia. China e India en todos los ejercicios de prospectiva aparecen como las economías más grandes hacia 2030. Seguramente van a querer tener una mayor influencia en las grandes instituciones y, posiblemente, cambiar la agenda. Estamos en la era de Bretton Woods, pero no es claro todavía hasta cuándo.