Es curioso y coincidencial que sólo dos días después de que el nuevo Alcalde de Medellín, Daniel Quintero, cuestionara en su discurso de posesión la relación entre EPM y TIGO, los servicios de televisión e internet de la misma empresa nos hayan fallado sábado y domingo a no sé cuántos usuarios de un sector de Medellín. Aunque los daños suelen ocurrir con frecuencia, rara vez habían sido tan prolongados.
Es legítimo preguntar qué pasa, por qué semejante coincidencia, antes de especular y hacer suposiciones o presumir sin argumentos válidos que de entrada el Alcalde está empezando a afrontar una conspiración para malograr sus propósitos de incorporación de las nuevas tecnologías informáticas a los planes de desarrollo de la segunda ciudad colombiana y primera del planeta en innovación.
A propósito, así uno no haya votado por Quintero para la Alcaldía ni por Gaviria para la Gobernación, sí es preciso celebrar el buen comienzo de las dos administraciones, que se anuncia como una cooperación basada en la unidad de objetivos y la construcción amistosa de un futuro común para Antioquia y su capital. Sí fue notorio que el Gobernador pudo haber exagerado un poco en los coqueteos al Alcalde a lo largo de su extenso, prolijo y positivo discurso. Pero esto es preferible a un contrapunteo que prolongaría conflictos innecesarios entre los ejecutivos departamental y municipal.
Un examen del comportamiento de Daniel Quintero antes y después de su elección motiva la conclusión de que acredita una mentalidad muy comprensiva de lo que significa el ejercicio del gobierno para una ciudad global. No es atinado seguir juzgando a un mandatario joven con el criterio tradicional de las simpatías o antipatías políticas. El molde partidista no es aplicable a quien, pese a las veleidades e inconsecuencias que ha exhibido como simpatizante de grupos muy diferentes, demuestra que sería ajeno a esos encasillamientos y sus preocupaciones primordiales están mucho más sintonizadas con líneas como la Cuarta Revolución Industrial y las vías más avanzadas del mundo actual para construir la equidad y el progreso sostenible.
Con todo, emergen las contradicciones. Las fallas de Tigo son comparables al caso de un gran almacén de productos para el hogar donde quisimos comprar una provocativa silla mecedora, pero, como están tan comprometidos con el mundo digital y el comercio virtual, sólo la vendían por internet, para enviárnosla desde la sede central en Bogotá en unos siete días. ¡Y la fábrica está situada a pocas cuadras del mismo centro que visitamos! Ojalá no le pase a Medellín algo parecido, es decir que produzca las soluciones avanzadas y las ofrezca mediante los portales internéticos, pero haya que dar toda una vuelta de días, meses o años hasta que lleguen de nuevo a la ciudad.