Miles de personas mueren ahogadas tratando de llegar a Europa, solo en abril lo hicieron 1,250. Al negarle a personas desesperadas la oportunidad de cruzar la frontera de manera legal, los gobiernos europeos los están obligando a correr el riesgo de morir.
¿Qué tal si Europa, o los Estados Unidos, lo abordan de manera diferente: permiten que las personas vayan y vengan libremente?
Los defensores de la política de la “Fortaleza Europa” son inflexibles: Si Europa abandona los controles sobre la inmigración, se vería inundada por extranjeros y nuestras economías y sociedades se desplomarían. Es un temor muy arraigado, como si los inmigrantes fueran los bárbaros en la puerta.
Pero la mayoría de las personas no quieren abandonar sus hogares, mucho menos para siempre, y muchos no lo pueden hacer. No todos aquellos que se mudan quieren ir al mismo lugar. Y lejos de ser una carga para la sociedad, ni mucho menos un ejército invasor, los recién llegados tienen mucho para contribuir.
Considere la evidencia. En el 2004 y el 2007, la Unión Europea aceptó a diez países ex-comunistas mucho más pobres. Como los ciudadanos de la Unión Europea tienen derecho a andar libremente por la unión, las 100 millones de personas en aquellos estados de Europa Central y Oriental se podrían haber trasladado a los países más acaudalados.
Las puertas abiertas tienden a ser giratorias. La experiencia histórica americana lo confirma. Hasta la década de los 50, cuando los Estados Unidos ejercían poco control sobre su frontera con México, los mexicanos cruzaban para realizar trabajos de temporada, pero pocos se asentaron. La mayoría de las personas prefieren no desarraigarse. Perversamente, los esfuerzos americanos por cerrar la frontera llevaron a un aumento en los asentamientos permanentes. La gente corrió a mudarse antes de que los controles se reforzaran, y se quedaron para siempre. La experiencia de Europa es similar. España no introdujo los controles de inmigración para los africanos del norte sino hasta 1991. Antes de entonces, tal vez venían a recoger la cosecha, pero no se montaban en botes frágiles para mudarse a Europa.
Pero si se diera un aumento grande en inmigración, ya fuera por medio de una política de puertas abiertas o porque se admiten más trabajadores extranjeros y refugiados ¿cuál sería su impacto?
Un estudio reciente de la Comisión Europea también confirma que los inmigrantes de Europa oriental no le han hecho daño a los trabajadores locales en Europa occidental. Para sacarle provecho a los talentos de los recién llegados, ayuda si el mercado laboral es adaptable y el empleo temporal es fácil de obtener.
Dado que las enormes deudas de Europa, la débil inversión y el decaimiento demográfico están creando el temor de un estancamiento a largo plazo, el aumento en la inmigración podría ser el remedio que necesita un continente en envejecimiento en las próximas décadas. Sin inmigración, se estima que la población en edad laboral de la Unión Europea caerá de 336 millones en 2010 a 300 millones en 2030, mientras que el número de personas de 65 años o mayores se disparará de 87 millones a 123 millones en el mismo periodo.
Estudios hechos por la Organización para la Cooperación Económica y el Desarrollo basada en París muestran que los inmigrantes tienden a ser contribuidores netos a las finanzas públicas. Educados en el extranjero, típicamente son jóvenes y atléticos, y es poco probable que clasifiquen a una pensión si se vuelven a ir. Lejos de ser una amenaza para los programas de bienestar de Europa, la inmigración aumentada podría hacerlos más sostenibles.
Mejor aún, los diversos recién llegados pueden ayudar a desencadenar nuevas ideas y negocios que elevarán los estándares de vivienda de los europeos. En Gran Bretaña, los inmigrantes tienen el doble de probabilidad de ser empresarios. Así como empezar un negocio, la inmigración es una aventura riesgosa que requiere de mucho trabajo duro para que resulte exitosa.
El beneficio más grande, claro, es que el Mar Mediterráneo ya no sería una tumba líquida. Y personas mucho más pobres que nosotros podrían disfrutar de un salto más grande en sus niveles de vida de lo que podría lograr la ayuda extranjera. Europa debe tener el coraje para abrir sus puertas.