“Activism is my rent for living on this planet”, el activismo es la renta que pago por vivir en este planeta, decía Alice Walker, escritora afroamericana y activista estadounidense. En mi búsqueda personal por la coherencia y el sentido, he reflexionado mucho alrededor del concepto de activismo y un significado puro y no contaminado por distintas corrientes políticas y la torpe polarización que nos habita. Me he declarado aprendiz de activista, para convertirme, ojalá, en activista de pura cepa. Y es que el activismo no es un movimiento de tinte político, reaccionario, revolucionario y destructor. El activismo es, quizá, una acción coherente con el mundo que cada uno sueña. Es una reacción a una realidad que puede mejorar. Es el hilo conductor entre la solidaridad colectiva y la acción.
Es para mí, esa necesidad materializada de coherencia entre lo pensado, lo hablado y lo hecho. Requiere valentía, en una sociedad que se ha segmentado hasta en el ejercicio del derecho al libre pensamiento. Una sociedad que ve con malos ojos al que habla con claridad. Una sociedad que confunde un mensaje claro con una agresión. Mostrar interés en exceso, ser vocal e incluso emocional por los temas que a cada uno lo mueven, se ve mal, hasta que se ve bien. El activismo ha sido capturado por la polarización política y nos contagia a todos de una miopía en temas viejos, pasados de moda, que requieren más un ejercicio de debate respetuoso y una conversación, que cualquier forma de activismo. Ha sido capturado por esa creencia peligrosa de una falsa prudencia.
El activismo por el contrario transforma, vigila la evolución de nuestras sociedades, condena y visibiliza injusticias. El activismo es nuestra herramienta de desarrollo por excelencia. No olvidemos sus resultados históricos que van desde la abolición de la esclavitud, pasando por los derechos de las mujeres, la transición energética o la lucha contra el terrorismo. El activismo del que me apropio, es sinónimo de crecimiento, de progreso. El Dr. Martin Luther King Jr., lo describe: “El progreso humano no es ni automático ni inevitable. Cada paso hacia la meta de la justicia requiere sacrificio, sufrimiento y lucha; esfuerzos incansables y la preocupación apasionada de individuos dedicados.”
Seamos activistas en contra de la corrupción; a favor de la inclusión en todas sus formas; presionemos avances más contundentes en investigación científica; seamos activistas valientes en defensa de los derechos de los niños, del embarazo adolescente, del acceso a la educación y a una educación pertinente. En fin, seamos activistas de pequeñas o grandes causas, siendo la primera de ellas, el rescate de un activismo que ponga en movimiento las ideas y prenda el motor de un progreso en común.
Gestionemos sin temor un divorcio definitivo entre el tinte político negativo y el activismo. Liberemos al activista del calificativo dañino. Aprendamos de los temas que nos importan, seamos rigurosos con mucha apertura al aprendizaje, tengamos capacidad de respuesta, seamos vigilantes. No importa el tema, no importa el escenario, no importa el interlocutor. Importa la transformación.
En otras palabras, seamos activistas todos, activistas de pura cepa .