Leo en el libro “Gabo y Mercedes: una despedida”, escrito por Rodrigo García, una frase muy bella que el escritor decía antes de dormir: “¿Adónde vamos esta noche?”. La pregunta me da vueltas y vueltas mientras sigo leyendo; muchas veces leer un libro es quedarse con una frase, una situación, una palabra.
Casi puedo imaginarme al escritor extendiéndole ese tiquete a Mercedes mientras le acaricia la mano y se concentra en esa determinación para afrontar los sueños y descubrir lo que deparan. ¿Quién no ha querido controlar los sueños que se van a tener? Y cuando digo controlar no es que esté matando al sueño; al contrario, lo estoy alimentando, estoy añorando algo, y eso me parece humano y precioso. Hace poco, antes de dormir, me concentré muchísimo en lo siguiente: lo que más quería esa noche era ver a mis sobrinos y abrazarlos como solemos abrazarnos, un poquito largo y tratando de sentir el corazón. No lo logré, los sueños son caprichosos y se van por donde les da la gana. Mis sobrinos ni se asomaron esa noche.
Lo que me parece linda de esa expresión de García Márquez es suponer que incluso antes de dormirse uno quiere o hace el intento de ir hacia algún lado, quiere hacer algo improbable o complejo, distinto a eso tan consciente que se hace en el día a día. Acostarse a dormir es una de las cosas más liberadoras de la vida: la disposición del cuerpo, el acto de cerrar los ojos, el último suspiro intenso y perderse en lo que a partir de ese instante no se puede controlar, así uno quisiera. Por eso compadezco a las personas que no consiguen dormir, o a las que les cuesta, pues les toca aguantarse una realidad más de la cuenta.
Rodrigo le preguntó una vez a su padre, a finales de sus sesentas, qué pensaba de noche, después de apagar la luz. “Pienso que esto ya casi termina”, y luego agregó con una sonrisa: “pero aún hay tiempo. Todavía no hay que preocuparse demasiado”. Yo, muchas veces, pienso que cierro los ojos y no los vuelvo a abrir, como lo hizo mi padre hace veintiún años, y eso me gusta, porque no está de más pensar que en esos sueños también cabe la posibilidad de volverlo a ver, abrazarlo, contarnos las cosas pendientes. Fundirme en ese lugar común llamado el sueño eterno también es una forma de tener esperanza, es tener un lugar claro para visitar alguna noche