Por Agostinho J. Almeida
La esperanza se puede definir como un sentimiento de deseo de que suceda algo en particular o un sentimiento de confianza. Autores como Aristóteles y Nietzsche hablan del “sueño del hombre despierto” o “el mayor estímulo vital”. En mi opinión, la construcción del plan de ciencia, tecnología e innovación (plan CTi) 2011-2021 de Medellín fue una demostración del sentimiento de confianza y creencia de la ciudad en un mundo mejor, un mundo diferente. Este plan ha sido una pieza instrumental en la ciudad, para su transformación, crecimiento y consolidación y para orientar políticas y programas de financiamiento en torno a la CTi como motor de desarrollo económico. Pero sobre todo ha sido un denominador de foco común, representatividad del interés de diferentes sectores y esperanza para la ciudad, incluso desde su proceso de construcción.
Siendo intelectualmente honesto y desde una óptica de la crítica constructiva, he sido de los primeros en reconocer fallas al plan CTi, tanto en mi rol de director de operaciones de Ruta N o como director del Centro afiliado al Foro Económico Mundial (WEF, por su sigla en inglés) para la Cuarta Revolución Industrial: estático, desactualizado, sin metas ni indicadores comunes, o con alguna falta de claridad en gobernanza y gobernabilidad. Sin embargo, soy también el primero en defender el impacto que ha tenido, de que Medellín nunca sería la misma ciudad sin su existencia y la posición única que tenemos en este momento: una de las pocas ciudades en el mundo que termina un plan CTi de 10 años y que arrancará otro ciclo de 10 años más. En estos días conversaba con algunos colegas de Ruta N y del WEF y discutimos precisamente la oportunidad fantástica que existe no solo para seguir colocando la ciudad en una posición de liderazgo nacional e internacional con efectos a nivel de atracción de empresas, talento y capital, pero también para ampliar el espectro de ese plan afuera de las fronteras de la ciudad para todo el Valle del Aburrá y Antioquia.
La esperanza, aunque sea clave en nuestras vidas, no sirve de mucho si no está unida a la voluntad y la mentalidad de avanzar o cambiar cuando el momento lo requiera. Si no, existe el riesgo de que la esperanza se nos escape, como una imagen borrosa de alguien que conoces, pero realmente no la puedes distinguir, no importa cuánto tiempo la mires. Es fundamental que nos unamos alrededor de la construcción del nuevo plan CTi y se use esta oportunidad para un llamado a la acción, desde la política pública, desde lo técnico y desde el impacto con métricas e incentivos claros. Para eso, no solo hay que diseñar un nuevo plan con toda la rigurosidad del caso, ojalá incluyendo las otras ciudades del área metropolitana y departamento; hay que hacer un análisis detallado e imparcial del camino recorrido a la fecha y dejar una vía clara para su implementación, desde su financiación, ejecución, seguimiento y actualización. En el mundo que hoy vivimos, fallar en esto puede representar la diferencia entre lograr la reactivación económica y el desarrollo exponencial o arriesgarnos a perder años de esfuerzo, transformación e innovación.