Síguenos en:
Elbacé Restrepo
Columnista

Elbacé Restrepo

Publicado

ALGO SALIÓ MUY MAL EN ESTE PARTO (Y 2)

Por Elbacé Restrepo

elbaceciliarestrepo@yahoo.com

Habíamos quedado en que “el domingo voy a hacer la primera comunión. Vayan todas al refresco, menos fulana”.

Fulana tenía piojos, como yo y como todas. Sin embargo, esa fue una de las razones con las que tontamente traté de justificar mi acto de discriminación en la intimidad de mi alma. Además, su ojo izquierdo lo tapaba una nube grisácea que me producía un miedo terrible. El hecho de que ella fuera diferente era una razón más que suficiente para acogerla, pero no, a esa niña, con una crueldad que todavía no sé de dónde me salió, yo siento que le destrocé el corazón. Y de paso, me destrocé el mío. Sentí que todo lo ganado en la preparación había sido en vano, así como la confesión, y que había quedado en pecado mortal para toda la vida.

¡Cómo pude ser tan desalmada, tan mezquina, tan ruin, tan insensible, tan inhumana, tan despiadada, tan..., tan..., tan...! Y no hubo vuelta atrás. Fui consciente del daño causado, pero me faltó grandeza: no fui capaz de “echar reversa patrás”, como diría el Bolillo Gómez.

Desde entonces siento una carga de culpa que me pesa como un ferrocarril de treinta vagones. Anhelo encontrármela para pedirle perdón arrodillada sobre dos corozos por media hora, como mínimo. Y para contarle que, a solo tres días de haber cometido el mayor de mis pecados hasta entonces, la justicia divina hizo lo suyo: Cruzando la calle cuarta, a la altura del comando de la policía, fui atropellada por la parvera, esa especie de triciclo con un cajón enorme atrás en el que un señor vendía parva por las calles del pueblo. Quedé con raspones y morados por todo el cuerpo, que fueron nada comparados con la humillación que sentí al saberme objeto de las burlas de los testigos, pocos, pero suficientes para sentirme como una cucaracha aplastada. Sentí en carne propia lo mismo que debe haber sentido aquella niña cuando yo, pobre pendeja, la humillé sin compasión. Ley de la compensación.

Han pasado muchos años, pero el arrepentimiento no ha sido suficiente. En mi defensa esgrimiré un argumento pobre que me ha servido de consuelo y como premisa de vida que he transmitido a mis hijos: No hacer sentir mal a nadie jamás, por ningún motivo, menos por un defecto físico. Al fin y al cabo, si uno se hubiera hecho, todavía se estaría puliendo. Y mucho menos por clase social. De poder elegir la cuna, todavía estaríamos buscando la más costosa, que no necesariamente es la mejor.

De tanto manosearlas, las palabras igualdad, diversidad, inclusión y equidad han perdido su significado. “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y en derechos” es una premisa muy bella de la que no hemos entendido casi nada. Con frecuencia nos sentimos superiores, bien sea por raza, por unos cuantos millones más en el banco, por ideología, por credo o por lo que sea. ¿Iguales? ¡Cómo no, pa! He ahí una buena idea de regalo inmaterial para esta época. ¡Feliz Navidad!.

Porque entre varios ojos vemos más, queremos construir una mejor web para ustedes. Los invitamos a reportar errores de contenido, ortografía, puntuación y otras que consideren pertinentes. (*)

 
Título del artículo
 
¿CUÁL ES EL ERROR?*
 
¿CÓMO LO ESCRIBIRÍA USTED?
 
INGRESE SUS DATOS PERSONALES *
 
 
Correo electrónico
 
Acepto Términos y Condiciones Productos y Servicios Grupo EL COLOMBIANO

Datos extra, información confidencial y pistas para avanzar en nuestras investigaciones. Usted puede hacer parte de la construcción de nuestro contenido. Los invitamos a ampliar la información de este tema.

 
Título del artículo
 
RESERVAMOS LA IDENTIDAD DE NUESTRAS FUENTES *
 
 
INGRESE SUS DATOS PERSONALES *
 
 
Correo electrónico
 
Teléfono
 
Acepto Términos y Condiciones Productos y Servicios Grupo EL COLOMBIANO
LOS CAMPOS MARCADOS CON * SON OBLIGATORIOS
Otros Columnistas