¿Ser ambiciosos es malo?, me preguntó un amigo por estos días. Dándome ejemplos de personajes de la vida pública y empresarial, resaltó cómo una carrera alimentada por un ego desbordante termina haciéndole daño profundo a la colectividad. “La ambición es ciega”, le contesté a mi amigo, “a no ser que esté vinculada a un propósito superior”. Cuando la ambición está alineada con una visión inspiradora y positiva se convierte en un motor esencial. Como ejemplo le conté a mi amigo la historia de Brett...