Durante esta pandemia, en medio de los libros que suelen llegarme, arriban un par que son más que especiales. Uno de ellos, es una especie de desquite, una burla preciosa a mi poco interés de tener libros dedicados, como lo expliqué hace un tiempo en una columna. Pero hay dedicatorias de dedicatorias, y entonces, con la misma inteligencia que escribió “Homo sapiens”, mi admirado Antonio Vélez me manda una edición más reciente de ese libro que yo había leído hace más de 10 años, y que me iluminó en el sentido más amplio de ese verbo.
El otro libro que recibo me sorprende mucho más, porque era uno de esos libros que, desde que se presentó en 2018, yo había querido leer, pero fue pasando el tiempo y no hice mucho para matar el antojo; como tantas cosas en esta vida, los libros llegan cuando tienen que llegar.
Y qué enorme placer me dio el encuentro con “Amor en la Nube”, de Ana Cristina Vélez, una novela editada por la Universidad de Antioquia que merece mayor reconocimiento, más lecturas, más alcance y el pregón necesario de que una autora así debería estar en boca de más lectores; pero hay escritores discretos, que escriben y sueltan, no están pendientes de las discusiones insulsas de las redes sociales ni de los likes que soban el ego y distraen.
“Amor en la Nube” es la historia de Teresa, una geóloga, profesora universitaria que se acerca a los 40 años y, de repente, ha perdido el miedo, algunos escrúpulos y se convence de que “no tengo que seguir esperando el príncipe azul, lo voy a buscar activamente. En realidad, no sé a dónde me llevará este juego, o si al entrar en él me estoy matriculando en el desprestigiado club de los que buscan el amor por Internet”, dice, y lo que se nos viene es una novela divertida, sincera, que explora, sin temor, muchas formas narrativas mientras los padres de Teresa esperan con paciencia que algún día se enamore la muchachita, pero nada cuaja, “la imagen que yo devuelvo a los hombres no tiene el doble de sus tamaños, por eso es que las cosas conmigo no funcionan”. ¡Ay!
La voz de Teresa es clara y contundente, y en esa página web donde busca pareja manda cartas en un inglés que va puliendo en la medida que encuentra opciones. Teresa, atea, profunda, feminista, dice las cosas como las piensa en una Medellín que sigue siendo mojigata, y uno termina por enamorarse de esa forma desparpajada como ve la vida, que para ella “está llena de misterios que son retos para la mente curiosa”.