Voy a escribir de un tipo muy intenso. Insistente. Persistente. Disciplinado. Inquieto. Creativo. Escritor. Periodista. Columnista del periódico El Tiempo. Creador de contenidos audiovisuales desde Francia para Teleantioquia, donde seguramente lo habrán visto muchas noches en el programa “De manera singular”. Se llama Andrés Candela y me precio de ser su amiga. Es más: Me precio de ser la primera persona en Colombia que, en esta misma esquina, habló de él como un talento fugado al que le auguré grandes éxitos. Hoy, doce años y tres libros después, me confirma que no estaba equivocada.
Su primera obra fue Cartas desde la zona de distensión. Luego vino Madrid y yo... y ahora Aquel verano indio, editado por Cangrejo Editores y presentado en la reciente Fiesta del Libro y la Cultura. No es por chicanear, pero esta historia la conozco desde cuando aún no estaba impresa. La revolución cubana, la brujería, las noches de dos presentadores radiales, un admirador de Einstein y de su teoría de la relatividad... Una historia que atrapa y en la que al final todos los cabos se atan con naturalidad para dar paso a una novela muy bien escrita y muy agradable de leer.
Muchos almanaques después, porque el camino de las letras no es corto, y casi nunca está tapizado de pétalos para aquellos que comienzan; con el ejemplar físico en mis manos, me siento tan feliz y orgullosa como si fuera su mamá. Aunque tuvo que pasar mucho tiempo antes de que sus padres se sintieran orgullosos del payaso de la clase, del peor estudiante, del que no encajaba en el promedio, del que solo vivía para el fútbol, del más necio entre los necios.
Pero creció, maduró, dejó de “dar lidia” y ahora es un papá que pide, en secreto, no pagar con su pequeña hija las canas verdes que les sacó a sus viejos. Y como la vida suele dar tantas vueltas, hoy es un estricto profesor en Francia. Seguramente ahora sí sabe cuánto sufrieron sus propios maestros cuando él fungía como saboteador oficial de sus clases.
Ya no juega fútbol, pero está convencido, hasta la muerte, de que el Deportivo Independiente Medellín es el mejor equipo del planeta. Bueno, está en su derecho...
Natalia Arias, su compañera de pregrado en la Universidad de Medellín, cuenta: “No entendíamos cómo lograba llenar hasta dos y tres hojas de bloc por lado y lado para contestar una sola pregunta en un parcial. Ahora entiendo que no contestaba parciales: Se estaba entrenando para su carrera como escritor. Hoy me siento muy orgullosa de él, de su maravillosa obra literaria, pero, sobre todo, del gran ser humano y amigo incondicional que es. Felicitaciones, Cande, y ojalá todos tengan la fortuna de leerte”. Confirmo. Es un maravilloso ser humano.
Y vendrán más obras, porque hay talento, disciplina y ganas. Y sé que conservará la sencillez y la humildad que muchos pierden fácilmente, en medio de la euforia embriagadora del triunfo. Una euforia fugaz, como la que produce una ola de calor pasajera en medio del otoño... O sea: en un verano indio