El 2 de octubre de 2.016 es un día muy importante de la historia colombiana, pero como en muchos momentos claves de ella, se mezclan la alegría y el dolor. Ese día los colombianos, a pesar de estar chantajeados por un gobernante que nos amenazó que habría más impuestos y la guerra se mudaría a las ciudades si no votábamos “sí” a su acuerdo extorsivo con el cartel narcoterrorista, derrotaron en un plebiscito amañado a un gobierno traidor, que usó todos los recursos públicos y las prerrogativas de sus funcionarios, pero prohibió la financiación de quienes no apoyaban ese pacto de complicidad y arrodillamiento.
Ese día, el día de la Democracia Colombiana, como debería quedar en la historia, los colombianos, a pesar de décadas de tortura, humillación, secuestros, robos, violaciones, extorsiones y empobrecimiento causado principalmente por los delincuentes que nunca iban a permitir que el país progresara económicamente pues eso haría imposible justificar sus atrocidades con la inmunda y falsa tesis de las “causas objetivas de la violencia” que todavía se enseña en colegios y universidades, a pesar de todo esto, los colombianos deseosos como pocos de la paz por haber crecido sin tenerla, no se dejaron engañar y derrotaron en las urnas el acuerdo de impunidad y apaciguamiento disfrazado de paz.
Este hecho es una muestra muy significativa de un pueblo que, a pesar de haber cometido múltiples y graves errores, de la extorsión y el miedo institucionalizado, del dolor acumulado de décadas y de ríos de sangre de soldados y campesinos acribillados por el cartel narcoterrorista, se arrodilla para pedir por sus hijos asesinados y violados, pero no para aceptar la humillación de un acuerdo abonado por Cuba, Obama y la ignorante “comunidad internacional”.
Pero la justicia no es lo nuestro, ni la que dejamos de aplicar ni la divina que deberíamos recibir. A pesar de semejante muestra de democracia, el gobierno Santos se burló de los resultados en las urnas. En cualquier parte del mundo eso se llama traición, y por algo Dante destina al círculo más cercano a Satanás, el noveno, a los traidores. Desconociendo la voluntad de los colombianos, ese gobierno firmó, no “firmamos” como dicen algunos cómplices, un pacto inmundo e ilegítimo con los delincuentes, convirtiéndolos en supuestos actores políticos, pero impunes y multimillonarios.
Cuatro años después, cuando vemos la violencia campeando y cabecillas del cartel narcoterrorista haciendo lo que siempre hicieron, declarándose víctimas engañadas a quienes les incumplieron las promesas, es difícil no vomitar. Pero esta fecha nos sirve para recordar, porque olvidar las equivocaciones y los actos de maldad es estupidez y complicidad, la traición de Santos y sus secuaces. Las elecciones de 2.022 serán la prueba de si la dignidad de los colombianos terminó el 2 de octubre de 2.016, o como en esa fecha los colombianos, a pesar de tanta humillación, mostrarán de qué están hechos y recordarán quienes traicionaron a la Nación .