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Diego Aristizábal
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Diego Aristizábal

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Ante la pandemia, un poema

Por Diego Aristizábal

desdeelcuarto@gmail.com

En estos infinitos días de pandemia, he leído con pausa y sin esperar nada a cambio una buena sarta de poemas. Lo he hecho en voz alta, lentamente, deshaciendo los pasos de la velocidad hasta pronunciar sílaba tras sílaba, como cuando aprendí a leer. En esos días de gozo, ante lo nuevo, uno iba despacio, de piedra en piedra, como se cruza un río para no mojarse los zapatos. “Escribir un poema/ es como atrapar un pez/ con las manos”, escribió Adília Lopes en ese poema precioso que se llama “Arte poética”. En la vida uno va así, leyendo, sin saber la marea que enfrentó el poeta para darnos esa ofrenda que gozamos o sufrimos.

En estos infinitos días de pandemia, he leído a Jaime Jaramillo Escobar, a José Emilio Pacheco, a Edgar Lee Masters, a Juan Gelman, a Jorge Manrique, a Ángel González, a Paul Valery, a Frank Báez, a Joan Margarit, a Szymborska, a José Manuel Arango, a Helí Ramírez, y aquí mejor paro porque me empiezan a salir nombres de poetas por los poros y esa no es la idea, la idea es que los poemas dejen de ser del poeta y pertenezcan a las hormigas que aún creen en la libertad, se defiendan solos, se mezclen entre ellos y solo seamos conscientes de un solo poema que nos invita a leerlo en cualquier momento, a pesar del sonido ultratumba del tapabocas.

Los poemas surgen de las relaciones amorosas, de las confesiones prohibidas con Dios, de la caminada tranquila después de perder el bus, cuando ya no hay forma de llegar a la única entrevista de trabajo que se tenía después de esperarla muchos meses. De la lágrima que se secó sobre la madera, no de la lágrima que cae, de la infancia perversa y añorada. Un poema no fuerza el lenguaje, lo descubre. Un poema en esta época no sirve para nada, pero hay que buscarlo. Hay que encontrarlo. A veces les pido más a los poetas que a Dios, porque Dios no sabe qué hacer con una pandemia, un poeta sí, eso lo hemos visto a lo largo de la historia con todo el dolor y el amor que ha quedado escrito.

En tiempos de incertidumbre, un poema; en días tranquilos, un poema, un poema porque sí. Acostumbrarse a leer un poema diario puede hacer la vida un poquito más distinta. Tal vez por eso, con el amigo que más quiero, hice una apuesta apenas empezaron estos días raros, ¿quién se aprendía primero el poema 13 de Darío Jaramillo? Ahí vamos, prolongando el asunto como se alarga la cuarentena, eso sí, una vez más todo esto nos dejó claro que “primero está la soledad”

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