En el año 2004 tuve la oportunidad de ser secretario de Productividad y Competitividad de Antioquia. En ese momento teníamos la responsabilidad de liderar el desarrollo económico, la minería y el turismo de nuestro departamento. Siempre tendré un reconocimiento especial hacia esa experiencia, pues me permitió entender las lógicas y dinámicas tanto subregionales como municipales.
En su momento, hicimos esfuerzos importantes por generar marcas territoriales y, denominaciones de origen, sustentadas en estrategias de desarrollo endógeno desde los territorios. Lo anterior basados en los distritos de desarrollo industrial del norte de Italia que fueron capaces de generar pactos territoriales por su desarrollo productivo, lo que a la postre hizo del norte de este país, un territorio de altos ingresos y consolidación de sectores productivos.
Si revisáramos qué ha pasado con el historial económico y productivo de las subregiones antioqueñas y sus municipios asociados, podríamos observar que el panorama no ha cambiado sustancialmente desde aquel 2004 y que, en algunos casos, incluso ha empeorado. Veamos. Hoy, la mayoría de los municipios antioqueños son categoría seis y gran parte de ellos están en Ley 550, la que los tiene al borde de la quiebra. Más aún, la pobreza rural llega a tasas superiores al 20 %, y buena parte de quienes laboran lo hacen de manera informal sin acceso a seguridad social que les permita disfrutar de acceso a la salud y a una vejez digna.
Bajo este panorama, la pregunta es: ¿qué podemos hacer para que nuestros municipios generen desarrollo apalancados en ingresos por actividades económicas nuevas o tradicionales fortalecidas? Las respuestas son múltiples y están atadas tanto a tradiciones productivas, como a las ventajas comparativas que les ha dado la naturaleza. En otras palabras, si queremos frenar la migración desbordada al Valle de Aburrá se hace necesario desarrollar los territorios, lo que implica explotar las posibilidades que nos ha dado la naturaleza, claro está, de manera sostenible y buscando siempre el mayor impacto social posible. ¿Podemos entonces tener denominaciones de origen locales que nos permita vender el café o el aguacate directamente en mercados internacionales y con valor agregado? ¿Podremos sofisticar nuestro turismo con el desarrollo de productos turísticos más sofisticados y atractivos para visitantes nacionales e internacionales? ¿Podremos internacionalizar nuestros territorios para atraer consumidores que buscan experiencias únicas asociadas al potencial local y que están dispuestos a pagar por momentos de tradición únicos? La respuesta es sí, pero para ello se necesitan recursos humanos formados para estas actividades, infraestructura y financiación.
En este sentido, creo que las riquezas escondidas en los territorios se pueden explotar y ser el camino para que nuestros municipios puedan desatar el desarrollo. Muchos de los países que han tenido la fortuna de tener recursos naturales han sabido explotarlos de manera correcta para potenciar las apuestas productivas territoriales. Es el caso de Canadá, Australia, Chile, Perú, entre otros. Son muchos los ejemplos de cómo industrias extractivas han ayudado a potenciar otros sectores económicos. Colombia y Antioquia no pueden ser la excepción. Perderíamos la oportunidad de llevar nuevas posibilidades y consolidar una clase media laboralmente formalizada en las subregiones de Antioquia. Los próximos gobernantes deben tomarse este tema en serio, es una oportunidad de oro para todos.