Por Juan Bernardo Gaitán V.
Seguimos votando y viviendo como cuando vamos en carro de Bogotá a Medellín: de izquierda a derecha continuamente, y cuidado que cada vez son más las curvas cerradas, de extrema derecha a extrema izquierda. Y ahí seguimos, sin darnos cuenta que quizás la vía más rápida y segura sea ir por una carretera un poquito más recta. Un país unido sin odiar al bando opositor.
Con tanto odio, rencor, miedo y vergüenza de nuestro pasado no vemos que tenemos un país especial, mágico. Si los que se ufanan al decir que el vivo vive del bobo empiezan a cambiar de mentalidad, los que no pagan impuestos (o se los roban) empiezan a entender el motivo verdadero de los impuestos, cuando pagar un tiquete del metro o del bus se entiende como una obligación lógica para que un sistema de transporte funcione, cuidar de la propiedad pública sea motivo de orgullo, cuando el pobre tenga tantos derechos como el rico, ahí quizás no pongamos tanta atención en derrochar energía en odios sin sentido. Solo cuando digamos Colombia con orgullo, pasión y amor, sólo ahí podremos viajar por una carretera recta, pavimentada por 50 millones de personas que dejaron atrás su pasado.