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Adriana Correa Velásquez
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Adriana Correa Velásquez

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Aullar por ti (para Lucas)

Por Adriana Correa Velásquez - adrianacorreav@atajosmentales.com

Si hoy fuera lunes dieciséis de mayo y hubiéramos tomado una foto al medio día, en ella estaría yo cumpliendo años, rodeada de mi familia, mi pareja y mi perro. En ella, yo estaría sonriendo y mi corazón, llorando.

Para ese instante ya sabía que faltaban unas horas para dormir a Lucas, mi mascota. Para ese instante ya sabía que, antes del paso final, le aplicarían, inicialmente, más de cuarenta miligramos de ketamina, un anestésico, que en dosis bajas produce en humanos efectos psicodélicos. Pensar que a lo mejor Lucas tendría un pequeño viaje antes de partir me regaló un pícaro consuelo.

También yo quiero morirme como tú cuando llegue mi día, le dije. Con caricias, rodeada de los que quiero, con palabras bellas y con un psicodélico. Así como lo hizo Aldous Huxley, el autor de La Isla y de Las puertas de la percepción. Huxley, con cáncer avanzado, intuyó que su muerte estaba cerca y le pidió a su amada que le inyectara cien microgramos de LSD para morir sin dolor. Una muerte apacible es el último acto de amor que podemos regalar cuando no hay perspectiva de cura, cuando vivir duele tanto.

La relación única entre los perros y sus cuidadores humanos tiene un parecido notable con el vínculo de apego de los bebés con sus madres, lo evidenció un estudio de la revista Nature que me compartió mi colega bióloga, mientras yo intentaba explicarme por qué al perder una mascota se sentía una pena tan honda.

Lucas había llegado a mi vida hace dos años y medio, cuando su compañero de entonces tenía un cáncer hostil. Su acto de valor fue entregarlo cuando su amor no bastaba para cuidarlo. Ese lunes yo tuve que invocar su lección.

La relación entre nosotros y los caninos es milenaria. Desde hace más de dieciocho mil años venimos puliendo la forma de estar juntos, de ahí que ninguna otra especie pueda comprender mejor nuestras señales comunicativas. Los perros dependen del cuidado humano y su comportamiento parece estar orientado a reconocer nuestros gestos e involucrarse también en nuestro cuidado. Ellos, cuando ven a su cuidador, activan las mismas regiones del cerebro asociadas con las emociones y el procesamiento del apego en humanos.

El origen de la palabra mascota: viene del francés y significa sortilegio, amuleto. Que trae beneficios o suerte a su compañero.

Es curioso que la ciencia, después de muchos ensayos, haya llegado a la misma conclusión. Varios estudios han mostrado que quienes tienen una mascota mejoran las relacionas, el estado de ánimo, aumentan la empatía, la confianza, bajan la ansiedad, el dolor y mejoran el sistema inmune. Basta el contacto físico entre cuidador y perro durante minutos para recibir estas bondades.

Mi tiempo con Lucas no solo me trajo eso. En mi caso, llegó para arrancarme la soledad, quitarme el miedo a los fantasmas, para revelarme una forma de amor totalmente desconocida y para enseñarme a aullar cuando me sentía desolada. Aúllo 

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