¿Estaríamos mejor gobernados por robots, libres de mandatarios disparatados que no aciertan con el bien común? ¿En particular, serían confiables todos los medios periodísticos si se retiraran sus realizadores profesionales y las decisiones se automatizaran con inteligencia artificial y algoritmos? ¿Qué alcances y límites pueden avizorarse para una sociedad robotizada? Cuestiones que otra vez me dan vueltas por seguir jueves y viernes las exposiciones en el congreso de la Asociación de Facultades de Comunicación, en el cual se reactivó la discusión sobre el futuro cercano del periodismo.
Es inminente un cambio en la distribución de funciones y la asunción de profesiones y oficios dentro de la Cuarta Revolución Industrial. Hay pronósticos positivos y negativos. Unos temen el incremento bestial del desempleo. Otros aspiran a la transformación saludable de la vida laboral, con el aumento de la dedicación a las actividades felicitarias. Pensadores leídos e ilustrativos en la actualidad han escrito originales ensayos. Es el momento crucial de la utopía o la distopía. ¿Será mejor o peor el escenario próximo? ¿Qué perderemos o qué ganaremos los seres humanos al resultar sustituidos por androides dotados de facultades intelectivas? ¿Los mantendremos bajo control razonable o seremos súbditos de un nuevo imperio programado por hombres pero de pronto inmanejable?
En el periodismo están a la vista varios casos de desplazamiento de reporteros en la redacción de noticias. Son evidencias corrientes, que ni sorprenden. Se ha experimentado mediante el manejo de algoritmos con la elaboración de agendas y textos informativos, la fabricación de presentadores robóticos de televisión, de una verosimilitud sorprendente. ¿Pero alcanzarán esos colegas superdotados de datos y respuestas automáticas, a echar a volar la imaginación (la loca de la casa, de la Doctora Teresa) para inventar imágenes ingeniosas, para escribir poesías y para expresar su individualidad crítica en comentarios y ensayos? Más todavía, es legítimo preguntar si pudiera ser creíble y confiable el dictamen de un robot ante un dilema ético en el cual se requiere la emisión de juicios de valor, calificar un asunto con sindéresis y conceptuar si lo que se dictamina es justo o injusto, verdadero o falso, bueno o malo. En este punto está el debate, como lo expusieron varios de los ponentes en el congreso virtual de Afacom.
Es el porvenir de los gobiernos automatizados y de la democracia como el menos imperfecto de los métodos de dirección de las sociedades. ¿Una ciudad o un mundo gobernados por robots? ¿Qué harían para tomar decisiones ceñidas a criterios de ética social, moral política y conveniencia pública? ¿Qué contrapesos evitarían la imposición de regímenes despóticos? Con todo, si se juzgaran los resultados de los gobiernos humanos, puede uno conjeturar que a lo mejor hasta sería bueno experimentar con un mandato de robots.