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Juan Gómez Martínez
Columnista

Juan Gómez Martínez

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Bello no la quería

Por juan gómez martínez

redaccion@elcolombiano.com.co

Antes de Bello, quiero contar que conozco a Aníbal Gaviria, le hice campaña y voté por él para su primera Gobernación. Sé de sus capacidades, de su honestidad, de su deseo de servicio. Sé que es incapaz de cometer un delito.

Se llega a un cargo público y se nombran los colaboradores por conocimiento o por recomendaciones confiables. Nunca uno va a nombrar a un indeseable. Se confía en ellos y se les da autonomía para ejercer su cargo. Sería imposible atender a sus propios compromisos y a los de los demás. A los colaboradores se les debe entregar toda la confianza.

¿Qué haría un gobernador de Antioquia cuando los alcaldes eran nombrados por él respondiendo por los actos de cada uno de ellos? Son 125.

Soy ingeniero, no entiendo esas cosas jurídicas, pero la lógica, el sentido común que nos acompaña a los ingenieros, me dicen que eso es un absurdo.

En las grandes obras públicas hay que hacer trabajos con anticipación, que no hacen parte de la obra en sí. Pongo ejemplos: hay que hacer campamentos que no hacen parte de la obra contratada. Hay que contratar trabajadores, que no hace parte de la obra. Hay que comprar equipos necesarios para los trabajos, equipos que no hacen parte de la obra. Para eso son los anticipos y, a veces, hay que ampliar esos anticipos insuficientes. No es ningún delito, eso es lo normal.

Sigo creyendo en Aníbal Gaviria.

Ahora sí, Bello. Cuando estaba en la Alcaldía de Medellín, en el año 2000, se había inaugurado la planta de tratamiento de aguas de San Fernando y se pensaba construir la llamada posteriormente Aguas Claras en Bello. Me visitó el alcalde de esta ciudad en compañía de los concejales. El diálogo se desarrolló de la siguiente manera: “Alcalde –dijo el burgomaestre de aquella ciudad–, todo lo malo de Medellín nos lo mandan para Bello. Los presos a la cárcel de Bellavista, en Bello. Las basuras a la Curva de Rodas, en Bello. Los locos, al hospital Mental, en Bello. Ahora nos piensan montar una planta de tratamiento de aguas negras en Bello”.

Yo dije: “les agradezco mucho lo que dicen, le ahorran millones de dólares a EPM”. Ellos se sorprendieron. Ante la sorpresa, les dije: “Permítanme les explico: las aguas negras del sur del Valle de Aburrá, de Caldas, La Estrella, Sabaneta, Envigado e Itagüí, se recogen en interceptores a lo largo del río. Estas aguas se llevan a la planta de San Fernando, allí se purifican y se botan limpias al río. Por Medellín el río pasa limpio. Las aguas negras de Medellín se recogen en grandes interceptores y se botan al río en Bello. Síganse tragando esa mier... y nosotros nos ahorramos esa plata”. Aceptaron la planta.

Ahora, el inspector Montoya, lógico desconocedor del tema –no es su especialidad–, sin consultar, sella la planta y no permite que se solucionen los problemas de olores que se han presentado. Eso es como si un médico receta unos remedios para una indigestión aguda, y la señora del paciente, con todo su poder, se los suspende. Me imagino el olor que seguirá en la casa.

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