Aún no conocemos las dimensiones que terminará por cobrar al final este desastre, porque el desastre todavía ocurre allá afuera y no tiene fecha previsible de término. Pero las pérdidas económicas que dejará la covid-19 en México serán tan catastróficas como lo han sido las humanas. El cierre de miles de negocios y la caída masiva del empleo (según cálculos oficiales, alrededor de once millones de personas han perdido parcial o totalmente su fuente de ingresos) no serán fáciles de superar. Y la merma en la recaudación y en la inversión y la veloz retirada de fondos de nuestro sistema bancario (todo está sucediendo ya) harán las cosas mucho peores.
Llamar a esto un desastre no es una idea alarmista o poco fundamentada. Su fuente, de hecho, es el secretario de Hacienda, Arturo Herrera, quien dijo que el país enfrentará en 2021 su peor año “desde 1932”.
Pero la catástrofe humana y el crack económico no son los únicos problemas. También la política enfrenta horas negras. Los roces o la abierta ruptura del gobierno federal con algunas administraciones estatales y con las cámaras de empresarios, y su tono beligerante y áspero para con otros muchos colectivos (feministas, académicos, artistas, becarios, médicos, científicos, etcétera), han hecho irrespirable el ambiente. En fin: la cosa va terriblemente mal y no hay un plan que permita albergar expectativas de recuperación.
El gobierno mexicano tiene ante sí un reto formidable: sacarnos de un abismo aún más profundo que aquel en que nos encontró cuando tomó el poder, en diciembre de 2018. El problema es que ese gobierno está encabezado por un presidente que se aferra a una agenda pensada para un mundo sin covid-19, en el que la recaudación no colapsaría y en el que contaría con presupuesto para una serie de proyectos y medidas con que esperaba dejar huella. Solo que ese mundo ya no existe y sus proyectos se han convertido en un lastre.
¿Nadie le ha dicho al presidente López Obrador que el sexenio ya casi está perdido, que hagamos lo que hagamos las consecuencias de la covid-19 serán terribles y perdurables y que lo mejor sería arremangarse y encabezar un plan nacional de reconstrucción? Resulta curioso que a un político tan afecto a explicar la actualidad mediante episodios históricos no se le ocurra que, algún día, será visto como el presidente al que el país se le hundió en la peor crisis en un siglo mientras él se afanaba en vender los boletos de una rifa del avión presidencial.