En la Carta de Jamaica Simón Bolívar escribió: “Pienso que los americanos ansiosos de paz, ciencias, artes, comercio y agricultura, preferirían las repúblicas a los reinos, y me parece que estos deseos se conforman con las miras de Europa... No siéndonos posible lograr entre las repúblicas y monarquías lo más perfecto y acabado, evitemos caer en anarquías demagógicas, o en tiranías monócratas”.
El sueño de Bolívar de la independencia de América Latina, de la unidad del continente y del constitucionalismo republicano –en el que se puede incluir a Brasil–, ha sido destruido una y otra vez en estos dos siglos por tiranos, dictadores, militares golpistas, presidentes apoyados por bandas de paramilitares y más recientemente por populistas.
Brasil es la mayor economía de Sudamérica, la sexta del mundo, la quinta nación más poblada y el país que realizó en las dos últimas décadas, en los gobiernos de Lula da Silva y Dilma Rousseff, una radical revolución democrática y promovió una amplia política social a favor de los más pobres.
Pero así como en Chile fue asesinado el presidente socialista Salvador Allende por intentar orientar las actividades del Estado a la realización de una política social, así la ultraderecha brasileña se propuso derrotar a Lula y a Rousseff. Se puso en marcha bajo una estrategia populista el diseño de políticas retóricamente violentas, para atacar a los miembros del Partido de los Trabajadores, desmoralizar y debilitar a la sociedad mediante una controlada manipulación de los medios de comunicación y las redes sociales. Las nuevas iglesias, evangélicas y cristianas, contribuyeron con el proceso de manipulación ideológica de las masas.
El punto crucial de esta lucha política se dio el 17 de abril de 2016, cuando la Cámara de Diputados aprobó el inicio del proceso de “impeachment” contra la presidenta Rousseff. Por decisión del Senado, la mandataria fue apartada del cargo y posteriormente depuesta. En el juicio no se comprobó dolo ni la voluntad de generarlo en el marco de las conductas sometidas a enjuiciamiento. Es claro que se trató de una mera excusa para legitimar un golpe de Estado encubierto.
Después del golpe entró en escena el populista Jair Bolsonaro, quien ha impulsado una política basada en la articulación de varios temores y resentimientos frente a la izquierda, el liberalismo y el multiculturalismo, y por medio de un discurso popular construyó una oposición radical entre el pueblo y el poder, que le permitió ganar las elecciones.
Su populismo es antidemocrático, ha usado la violencia (inconstitucional) contra sus propios ciudadanos, está reprimiendo abiertamente la disidencia política y pretende negar la libertad de asociación y expresión. Bolsonaro ha cambiado su disfraz de populista por el de fascista. Tiene que ver directa o indirectamente con los incendios forestales en el Amazonas, propiciados por hacendados que se protegen en un gobierno que desprecia la conservación ambiental. ¿Cómo fue posible este desvío del populismo de derecha al fascismo? ¿Qué estratos sociales decisivos en Brasil apoyan esta postura doctrinaria que los llevará a una catástrofe histórica?.