Los incontables candidatos a la presidencia persiguen en estos días la fórmula para unificar al país. ¿Cómo acoplar a los de este lado con los del lado contrario? ¿Cómo sanar la carcoma de la polarización que parte en mitades este país irritado?
Les quedan fugaces siete o nueve meses para triunfar en las elecciones de Congreso o en las de primer mandatario, que es el bombón ensoñado. Piden limosna de firmas en las calles, imprimen promesas olvidables a la vuelta de la esquina. El quebradero de cabeza es cómo convencer al otro, al que piensa en las antípodas del partido o movimiento con que se busca el triunfo.
La escritora francesa Marguerite Duras, nacida en Saigón (hoy Ciudad Ho Chi Minh) y muerta en París hace veinticinco años, dejó una deslumbrante propuesta para este interrogante que acosa por igual a políticos, artistas y educadores.
“Nunca se podrá hacer ver a alguien —planteó— lo que no ha visto por sí mismo, hacerle descubrir lo que no ha descubierto por sí solo. Jamás, sin destruir su visión, sea cual sea el uso que hace de ella, su visión”.
“A ese espectador, creo que hay que abandonarlo a sí mismo, si tiene que cambiar, cambiará, como todo el mundo, de golpe o lentamente, a partir de una frase escuchada en la calle, de un amor, de una lectura, de un encuentro, pero solo. En una confrontación solitaria con el cambio”, finalizó.
Ante todo, enfatiza la autora de “El amante”, es imperioso comenzar por el respeto al pensamiento ajeno. No violar, no imponer. La guerra, el engaño, la manipulación, las fake news serían medios inaceptables. Abandonar a sí mismo al otro es hacerle venia a su dignidad, derivada de la mera pertenencia al conglomerado humano.
El condicional “si tiene que cambiar” honra la libertad individual, un misterio que ningún régimen debe pisotear. Igual sucede con la velocidad de ese cambio. A partir de aquí aparece la gama de posibilidades.
La cordialidad y el arte, en sus manifestaciones personales y públicas, serían los resortes para propiciar “la confrontación solitaria con el cambio”. Duras conoce lo que dice. Luego de enamorarse a sus quince años de un indochino y de destacarse en literatura, teatro y cine, ganó el premio Goncourt, el Nobel francés. La constelación de candidatos haría bien escuchando su advertencia