Un polvorín de miedo a punto de estallar. El miedo paraliza a unos, enriquece a otros, enfurece a muchos, activa a los violentos. Una sociedad presta a reaccionar, cansada de aguantar abusos, vulnerable a las imágenes que se difunden en masa. El vaivén de los acontecimientos más difundidos crispa las emociones: la policía agrede a muchachos en patineta, un niño que grita el asesinato de su mamá, razones irracionales justificando esa muerte, una bebé robada, una vía que se han robado durante 50 años con la anuencia de todos los gobiernos, unos congresistas que demuestran y justifican por qué nadie les cree, persecución a oficiales que denuncian prácticas corruptas del Estado.
El problema viene desde años atrás: se privilegia el escándalo, se mueven las emociones, la masa en la calle respira el miedo que expelen las pantallas, entonces se distrae la atención a lo importante, lo que merece vigilancia pasa de agache, lo trascendental se diluye entre tanto escándalo, los medios desbordados caen en el juego o se alinean a él (ya no se sabe). En medio de todo aparece la euforia para distraer, olvidar, para tener otra cosa en qué pensar. Así, lo trascendental no trasciende; lo que debería ser un escándalo, apenas escandaliza; lo que debería hacer rodar cabezas, no produce efectos.
Como la idea es embriagar las emociones, se lleva la atención de un extremo a otro: a lo que genera miedo, indignación o furia, o a la emoción del triunfo. Cada cual ve y oye lo que dice su canal preferido que igual esparce odio, miedo y euforia. Resultado: zozobra en medio del caos. La cosa a punta de estallar.
“Lo propio del vértigo es el miedo, el hombre adquiere un comportamiento de autómata, ya no es responsable, ya no es libre ni reconoce a los demás”, dice Ernesto Sabato en “La Resistencia”.
¿Qué hacer? No permitir ser piezas de un engranaje que se aceita en el vaivén del miedo a la euforia. Lo dice Sabato: “El ser humano sólo se salvará si pone su vida en riesgo por el otro, por su prójimo o su vecino (...) Buscar nuevos caminos: a la vida le basta el espacio de una grieta para renacer. Defender la tradición que nos dice cuánto de sagrado tiene una persona. El mundo nada puede contra una persona que canta en la miseria”.