Por Luis Carlos Villegas E.
CNN trae un artículo sobre la manera exitosa como algunas mujeres lideran sus países con pocos contagios, pocas muertes por el covid-19 y sistemas de salud sin colapsar, ganándose la confianza pública. Todas tomaron decisiones tempranas difíciles. Todas tienen un liderazgo orientado a la lucha contra la corrupción, no son autoritarias, no desinforman, no son ignorantes y, en lo que lo son, se asesoran bien y confían en sus consejeros; y, sobre todo, sus compatriotas les importan, gobiernan para ellos y no para su propia gloria o para un imperecedero legado. Tienen “bondad, virtud y propósito de servir”.
Jacinda Ardern, 39, madre, hogar de tres, primera ministra de Nueva Zelandia desde 2017, laborista, partidaria del aborto y de matrimonios del mismo género. Desmontó los subsidios para las personas y empresas de mayores ingresos, dejando las ayudas “exclusivamente para aquellos que no pueden mantenerse solos”. Quienes trabajan con ella le atribuyen tres características: capacidad para dirigir, habilidad para dar significado a sus decisiones así las consecuencias sean inciertas, y empatía con la gente. Cerró su país al turismo muy temprano en la crisis y ha aplicado la cuarentena a rajatabla.
Katrín Jakobsdóttir, 44, madre, hogar de cinco, primera ministra de Islandia desde 2017, verde, como ministra de Cultura ayudó en la recuperación de la crisis financiera del 2008, lanzando una industria creativa y del entretenimiento que hoy aporta al PIB cerca del 10 %. Decisiones duras y tempranas de cierre total y aislamiento; explicación constante a sus gobernados; asesoría científica al más alto nivel.
Tsai Ing-wen, 63, soltera, presidenta de Taiwán desde 2016, demócrata progresista. Resucitó en 2018 para un segundo mandato, como solo sucede en religión y en política, ante el favoritismo de Pekín por su rival, ese sí de derecha. Magister de Cornell, asesora en seguridad, comercio y propiedad intelectual. Primera en alertar, gracias a sus servicios de inteligencia, sobre el virus en China, pidiendo cooperación de la OMS. En Taipei el puesto de mando antipandemia funciona desde finales de diciembre y la preparación de la cuarentena, elementos biomédicos y cierre de fronteras, fue puesta en marcha en enero. Con 25 millones de habitantes, ha podido lograr el segundo más alto número de pruebas del virus, solo superado por Vietnam.
Sanna Marin, primera ministra de Finlandia desde diciembre, 35, la más joven jefe de gobierno del mundo, madre, hogar de tres, hija de madre lesbiana y soltera, socialdemócrata, conocida en su niñez como la “alumna más pobre de la clase”, se declara millennial. Tiene un gabinete casi todo de mujeres con quienes tomó duras medidas para cerrar su país, mandar la gente a casa con enforzamiento riguroso y enviar rápido subsidios en dinero a los más afectados. Se apoyó en las redes sociales y sus influyentes para comunicar; su éxito fue total y las medidas acogidas unánimemente, con un sistema de salud funcionando bien, al tope.
Ángela Merkel, 65, canciller Federal de Alemania desde 2005, centro derecha, perseguida por los comunistas de la RDA, hija de pastor, sobresaliente en su tesis de Química Cuántica de la U. de Leipzig. Puso a competir a sus asesores científicos. Las restricciones empezarán a ser levantadas este lunes, todo con medidas de distanciamiento. Resultado: 133.000 casos, 1.000 muertes y 55 % de los contagiados recuperados. EE. UU. tiene hoy cinco veces más casos y nueve veces más muertos que Alemania.
Las hay, pues, de derecha, de izquierda, jóvenes o no, doctoras o no, de países grandes, medianos y chicos. Todas exitosas en la crisis, tendrán que refrendar su éxito en la reconstrucción. Si aplican los valores que han exhibido, lo harán de maravilla. A ninguna se le ocurrirá enviar los cheques de las ayudas con su foto y un pedido para que voten por ellas. Y ninguna grita... El mundo poscovid será de las mujeres que no gritan al mandar.
(Colprensa)