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Cocaína: allá nieve, aquí calentura

Por Carlos Alberto Giraldo M.

carlosgi@elcolombiano.com.co

En lengua vernácula, como lo advertiría Gabriel García Márquez al utilizar palabras del habla local, vale la pena esculcar en la lista de los países en los que más se consume “perico”: aquellos donde se la huelen toda. No hay raya que se salve de una fosa nasal. En su orden, Australia, Albania, Estados Unidos, Escocia, Inglaterra y Gales. España e Irlanda del Norte. Naciones con economías desarrolladas, fuertes.

Mientras que sus consumidores de todos los estratos disfrutan “un pase”, tienen una pobre o ninguna dimensión de los múltiples fenómenos de ilegalidad que se desatan en la periferia, por cuenta de una demanda que alienta la economía criminal más poderosa del planeta.

Sorprende el primer lugar de Australia, un país donde la tasa de homicidios es de 0,8 por cada 100 mil habitantes. La de Medellín, hoy, después de una lucha sostenida de 20 años contra la violencia urbana está proyectada a diciembre de 2019 en 25,63 homicidios por 100 mil habitantes.

Inglaterra y Gales, aunque los homicidios crecieron en el 2018, registran tasas entre el 0,96 y 1 asesinato por cada 100 mil habitantes. Irlanda está en un rango similar: 0,9 a 1. Albania tenía, a 2017, 2,3 homicidios por 100 mil habitantes, la mayoría con armas de fuego porque impera la costumbre de los códigos de honor y silencio de los clanes familiares y mafiosos.

En Estados Unidos son 5,35 y en España, en 2017, fueron 308 homicidios, 0,7 por cada 100 mil habitantes. Se destaca que en España tienen gran incidencia los móviles relacionados con “negocios de droga”.

En contraste, las tasas de México, Colombia y Venezuela, los tres grandes centros de producción, tránsito y distribución de cocaína, abruman. En México, entre enero y abril de 2019, se cometieron 11.221 asesinatos (homicidios dolosos). 2018 fue el año más violento en la historia de México: 33.369 homicidios.

Colombia, en 2018, estuvo en 24,9 homicidios por cada 100 mil habitantes. Y Venezuela, en su desastre político, alcanzó un récord en 2018: 81,4 homicidios por 100 mil habitantes.

No hay duda de la gran diferencia de los efectos que genera el mercado de la cocaína en los países productores y en los consumidores. En los primeros: ilegalidad representada en poderosas bandas armadas, corrupción (política y administrativa, pública y privada), violencia urbana y rural, asesinatos, desinstitucionalización y desmoronamiento del Estado.

En los centros de consumo, afectaciones de salud pública y leves asomos de violencia focalizada entre expendedores callejeros. ¿Dónde están los líderes latinoamericanos capaces de reabrir una discusión mundial sobre corresponsabilidad, legalización y soluciones globales?.

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