La contribución de Colombia al calentamiento global tiene doble manifestación. De un lado, la quema de combustibles fósiles, como el petróleo, el carbón y el gas, utilizados en el transporte, la producción industrial, agrícola y minera y en la generación y el consumo de energía, emite CO2 y genera el efecto invernadero, que produce el aumento de la temperatura del planeta, y representa solo el 0,37 de los gases de efecto invernadero emitidos en el mundo, según el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible. A su vez, las emisiones de C02 en 2021 fueron de 77,57 toneladas métricas, por lo que Colombia ocupa el puesto 137 en el ranquin de países por emisiones de C02 entre 184 países evaluados, que se ordenan de menos a más contaminantes.
De otro lado, la elevada deforestación, para proporcionar leña para el fuego, ampliar tierras cultivables y ganaderas, propiciar la explotación industrial (madera, papel), ser escenario de conflictos armados y proveer tierra para el crecimientos de los cascos urbanos y la construcción de infraestructuras (carreteras, puentes, represas, minas), aporta de manera significativa al calentamiento global, ya que por disponer de menos bosques se reduce la cantidad de árboles para absorber CO2, que mediante su metabolismo lo convierten en oxígeno. Así, la deforestación imposibilita que los bosques puedan cumplir esa vital función ecológica; sin árboles, el CO2 permanece en la atmósfera, lo que contribuye al aumento del cambio climático. Además, la deforestación ocasiona pérdida de biodiversidad, alteración de los ciclos del agua, erosión del suelo y desertificación.
El Ministerio de Ambiente manifiesta que en Colombia durante los últimos 21 años se deforestaron más de tres millones de hectáreas, la mitad de ellas en la Amazonía, y de acuerdo con Global Forest Watch, entidad encargada de monitorear los bosques a nivel global, Colombia, está entre los diez países que perdieron más bosque virgen en el mundo, siendo el tercero de América, después de Brasil y Bolivia: de 2002 a 2019 perdió 1,5 millones hectáreas de bosque primario. Cifras que convierten a Colombia en poderoso contaminante por deforestación.
El aumento de la temperatura planetaria provocada por los gases de efecto invernadero y la tala de bosques genera múltiples perjuicios a la humanidad: desórdenes del clima, tormentas tropicales, sequías, aumento del nivel de los mares a causa del deshielo de los glaciares que inundará ciudades y zonas costeras bajas y destruirá regiones agrícolas. Por eso, la preocupación por la crisis ambiental ha conducido a crear un frente común entre los Estados productores de CO2 y los Estados que deforestan, puesta de presente en múltiples conferencias y cumbres de la tierra sobre el cambio climático, que van desde Rio de Janeiro en 1992 hasta Glasgow en 2021, en las que se han aprobado declaraciones y protocolos de buenas intenciones, desprovistas de valor jurídico, que poco han contribuido a reducir el CO2 y a evitar el incremento de las temperaturas del planeta.
Colombia, más que por lanzar a la atmosfera CO2, contribuye al calentamiento global con su enorme deforestación. Razón por la cual, si bien hay que iniciar el proceso de transición energética para pasar de los combustibles fósiles a las energías limpias (eólica, solar y geotérmica), la prioridad hoy es dejar definitivamente las acciones que la producen, pues no es suficiente para el mundo descarbonizar, se requiere también abandonar la deforestación