Así es la democracia, hay que aceptar los resultados de las votaciones como borregos que van para el matadero. Pero las dudas quedan sobre las modernas tecnologías.
Antes se contaban voto a voto, hoy también; se sumaban en cada mesa, hoy también; se enviaban a la Registraduría, hoy también, y allí se consolidaba el resultado. Hoy no.
Ahora se buscan equipos electrónicos sofisticados y programas que se aplican en otros países. Allí empiezan las dudas y discusiones. Si el país de donde se importan es de izquierda o democrático, si en ese país hay democracia confiable o deja dudas, si los resultados en ese país favorecen a la izquierda o a la derecha.
Recuerdo, cuando estaba en el Senado y hacía parte de una comisión para estudiar equipos modernos para el conteo en las elecciones, que el sistema que más nos gustó era el empleado en Venezuela cuando apenas empezaban los gobiernos de la extrema izquierda. Resulta que esos equipos se pueden programar para favorecer a uno u otro grupo —en todos se puede hacer—, que a pesar de que cada votante recibe un papel con todos los datos de su voto y que sirve como constancia para cualquier revisión, nadie podrá juntar otra vez todos esos certificados de votos para estudiar si hubo manipulación o no. Muchas cosas más de alta tecnología que se prestan para obtener los resultados que se desean. “El que escruta elige”.
En Colombia se importaron equipos modernísimos de España, se estrenaron en las elecciones parlamentarias y fue el caos. En los varios conteos y reconteos entraban unos y salían otros, se reclamaba, entonces entraban los otros y salían los unos. Así se fueron acomodando los resultados y atendiendo los reclamos. Entraron los que son, pero salieron los que debían ser. Todo se volvió el caos.
En las siguientes elecciones, la primera vuelta para las presidenciales, se tuvo más cuidado y se manejaron las cosas para que no se presentaran tantas reclamaciones. Con ese sistema se prepararon las cosas para la segunda vuelta y se consiguió mayor credibilidad. En esa segunda vuelta se mostró más eficiencia, más agilidad y más confianza apoyados en las anteriores elecciones. Un resultado inapelable y favorable a la corriente del registrador. Los nuevos sistemas pueden con todo.
Apoyado en mis ya largos ochenta y siete años, me atrevo a decir que el sistema viejo era mejor, más confiable, más seguro, aunque un poco más lento, pero no permitía manipulaciones de los programas y de los resultados indiscutibles.
Hoy, como buenos defensores de la democracia, nos tenemos que aguantar por cuatro años a quien desconocía esa democracia, que ahora quiere defender, a quien sacaba a las calles a los de la primera línea para atacar a la autoridad, al comercio, al transporte público, etc. Cuatro años tolerando a quien ha sido intolerante, agitador, a quien amenazaba con salir a las calles para defender su pretendido triunfo.
Que Dios nos tenga de su mano en estos cuatro años