Digamos que en la Historia, uno de los primeros escritos para maestros es “Instituciones oratorias”, de Quintiliano, quien fue el primer profesor romano reconocido públicamente. Yo simplemente soy una “Maestra tipo Google”, que hoy quiere invitarles a reflexionar sobre la evolución de la figura del docente o maestro o profesor, en tiempos actuales donde la escuela está viviendo fuertes transformaciones, ante las cuales no va a permanecer igual como muchas personas la conocimos.
Me defino como una “Maestra tipo Google”, tomando una definición que escuché el viernes pasado en la clausura del Laboratorio Vivo. Un proyecto que se desarrolla en el Centro de Innovación del Maestro, MOVA, con el propósito de apropiar a maestras y maestros de Medellín, de herramientas y metodologías para generar nuevas experiencias de aprendizaje.
Según los últimos resultados de los estudios en Neurodidáctica, que es una nueva vertiente de la Neurología, en donde se indaga por el comportamiento cerebral de cara al aprendizaje. “El cerebro necesita emocionarse para aprender”, así que resulta más que necesario poder dotar a los maestros y a las maestras de herramientas con la capacidad de despertar emociones en sus estudiantes.
Muchos de ustedes recordarán, cuando en la época del colegio para la Feria de la Ciencia, hacíamos el volcán que simulaba la lava con un Alka Seltzer o el experimento en el que se encendía un bombillo con ayuda de agua y azúcar. ¡Esas emociones son las que permiten el aprendizaje! Hoy en día, resulta casi imposible descrestar a los estudiantes de cualquier edad. Por eso y en su nombre necesitamos que los maestros podamos generar experiencias emocionantes para el aprendizaje.
La tipología de maestra dentro de la que me defino, obedece al enfoque de mis clases porque mis estudiantes consigan el conocimiento por sí mismos, yo simplemente actúo como Google: diciéndoles dónde buscar, más allá de darles todo el conocimiento “que deben aprender”. Con la actual velocidad de generación de datos e información, una de las habilidades que más se deben cultivar para el siglo XXI, es la habilidad de aprender a aprender. Indispensable para reinventarse y dar respuesta a las nuevas necesidades del medio laboral.
Frente a la producción acelerada de información y en una época en que como dice Richard Powers, “la tecnología nos da la falsa impresión de que podemos controlar el mundo físico y dictar los términos de nuestra propia vida”. La escuela y con ella la figura del maestro, como facilitador de conocimientos y aprendizajes, necesita dar un “salto cuántico” o un siguiente paso muy significativo, en el que los estudiantes movilicen sus emociones en favor del conocimiento y no de la tecnología, que es simplemente un medio.