Medellín fue quizá la primera ciudad del país en incluir en un plan de desarrollo la palabra innovación. Un término que si bien se ha popularizado es relativamente nuevo. En Colombia, en su momento, solo se hablaba de ciencia y tecnología. Pero la velocidad de cambio y la tecnología nos traen nuevos conceptos como digitalización, cuarta revolución industrial, innovación abierta, ecosistema de innovación. La CTi en nuestra región, sin lugar a dudas, ha sido una construcción colectiva, inspirada no solo por instituciones sino también personas. Y gracias a esto hemos sabido mantener una estrategia que al sector empresarial y público les ha permitido mantenerse vigentes y no desaparecer en un mundo donde el mercado cada vez demanda mayores novedades y los clientes son rigurosos al hablar de calidad y servicio.
Hoy Medellín es la ciudad que más invierte en CTi en Colombia como proporción de su PIB. Haber alcanzado la meta de 2.27 % no es una cifra menor, pero sí insuficiente si queremos sofisticar nuestro sector productivo y por ende nuestra economía. Para ello, Ruta N ha sido pilar fundamental en alianza con el Comité Universidad-Empresa-Estado, dos grandes referentes que han inspirado nuestra sociedad, no solo a nivel local, sino también internacional. No olvidemos que en el 2012 Medellín fue designada como la ciudad más innovadora del mundo. Un reconocimiento impensable en la década de los 90 y que nos dio una visibilidad gigante como ciudad referente para otras en el mundo.
La lista de logros en materia CTi es gruesa. No voy a entrar en detalle en ella, pero sí quiero ahondar en un mensaje que subyace permanentemente en la conversación CTi y que ha permitido avanzar a pasos agigantados cuando miramos hacia atrás en la historia, esto es: confianza.
Esta palabra ha sido la clave para romper el distanciamiento pasado entre la Universidad, la empresa y el Estado. Este es uno de los principales logros del Comité UEE, al cual le tomó casi una década, con reuniones recurrentes cada mes, lideradas por hombres visionarios que entendieron el valor sustancial de unir esfuerzos para poder romper un círculo vicioso que no permitía la cooperación y donde los recursos escaseaban y hacía menos impactantes los logros en una ciudad todavía herida por la crisis del narcotráfico.
En lo personal, crecí profesionalmente en medio de grupos de investigación y en problemas tecnológicos en las empresas, y soy testigo de lo complejo de convertir la palabra “confianza” en la regla, cuando era la excepción al hablar de la tríada Universidad- Empresa- Estado.
Siempre fui un creyente que la “confianza” nunca se perdería por la fortaleza de sus lazos, por los hombres y mujeres que la han enaltecido a lo largo de estos años y que han hecho de muchas instituciones referentes dignos de imitar. En esta “confianza”, tan difícil de alcanzar, hemos basado nuestras actuaciones cada uno de quienes hemos conformado el ecosistema CTi de nuestra ciudad.
Con tristeza hoy quiero decir que se ha roto la ilusión que tuvimos de mantener “confianza” perenne; en pocas semanas se ha fracturado lo que tanto nos ha costado construir.
Tengo la esperanza, ojalá no muy lejana, que se pueda recobrar el camino y recuperemos este hermoso principio que entre todos logramos edificar por el bien de las generaciones actuales y futuras.