En el perfumado Palacio de la Paz de La Haya las delegaciones de Nicaragua y Colombia dan otra vuelta a la manivela que gira el añejo litigio fronterizo entre los dos países.
El Caribe es la frontera de seguridad próxima norteamericana y ha sido desde siempre objetivo geoestratégico de Rusia y otras potencias. Recordemos la crisis de los misiles de octubre de 1962 y la ostentación de bandera del crucero nuclear Pedro el Grande y 4 barcos de guerra en el 2008. Hoy, la reconfiguración del avance de los intereses de China, Rusia, Irán, Turquía y otros países en América Latina, con una cabeza de playa muy bien establecida en Venezuela y sólidas posiciones en Nicaragua y Cuba, hace pensar seriamente que cualquier rifirrafe fronterizo marítimo entre el país de Ortega y el gobierno colombiano, puede escalar a un incidente que obligue a Washington a involucrarse y entonces se arme un bochinche mayor. El triángulo, Managua-La Habana-Caracas, aupado por Rusia, puede provocar un embrollo aeronaval. Además, mientras Estados Unidos se lame la herida de Afganistán, AMLO cargará a favor del triángulo mencionado cualquiera que sea la situación.
Desafortunadamente, la historia ha sido inclemente con pacifistas alborotados y con ingenuos