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Convivencia social vista por jóvenes

Por

ana cristina aristizábal uribe

anacauribe@gmail.com

En un ejercicio realizado en clase, estudiantes universitarias dieron pistas sobre la manera como los jóvenes perciben la convivencia. Para comenzar, son conscientes de que se han ampliado los límites que tienen que ver con la crianza de los hijos. Hoy existe más permisividad en la mayoría de los hogares. Sus propias madres reconocen que ‘los tiempos han cambiado’.

Esa ampliación de límites no tiene que ver con la convivencia social. En la convivencia social hay una tendencia a que los jóvenes entiendan más claramente ciertas normas que son necesarias para el buen vivir: hacer una fila, que el humo del cigarrillo no estorbe, acatar las normas de tránsito, cuidar los animales. Ellos perciben que en este tipo de cosas, fallan más los adultos: algunos adultos se creen absueltos de hacer fila, no les importa la dirección del humo de cigarrillo, no entienden para qué sirve la cebra y poco les importan los animales.

Al mismo tiempo se perciben como una generación agresiva y creen que ello es un mecanismo de defensa ante una ciudad insegura. Mencionan el tema del ejemplo: son conscientes de que cuando hay malos o buenos ejemplos a seguir, es muy fácil imitarlos. También piensan que los jóvenes de hoy tienen dificultad para entender lo público y lo privado; o que por lo menos, no ven la importancia de cuidar lo privado y lo íntimo.

El grupo estuvo de acuerdo con que uno de los mayores males en la convivencia de hoy es que se perdieron las normas básicas de cortesía: saludar, pedir permiso, despedirse, agradecer. Están aterrados con los insultos que se producen por las dificultades de la movilidad en la ciudad. Y están convencidos de que a muy pocos les importa el otro en los espacios y momentos más mínimos y cotidianos: aseguran que casi todas las personas están pensando en sí mismas, importándoles poco los otros.

También notan la tendencia de algunos estudiantes de medianos recursos que al entrar a una universidad privada, pareciere que ‘se les suben los humos’ y tratan despectivamente a las personas de oficios básicos.

Aseguran que muchos de sus compañeros son capaces de decirles a los empleados de la universidad “usted come porque yo pago”: lo que leen como el germen del síndrome “Usted no sabe quién soy yo”.

Estas inquietudes escuchadas en jóvenes estudiantes de octavo semestre de una universidad privada, nos pueden dar pistas para entendernos y actuar. El problema de convivencia no está en los jóvenes de hoy, muchas veces el problema empieza en el ejemplo que ven en los adultos.

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