Hace unos años, por estas mismas fechas de Semana Santa, yo escribí un artículo sobre las Farc y cómo deberían liberar a los secuestrados si estos eran capaces de convencer a sus carceleros a punta de buenas historias. Eran épocas donde la guerra y los secuestros nos tenían tan hundidos que cualquier cosa era una posibilidad para librarnos. Y yo, como siempre, deliraba con las historias que salvaron a la mismísima Scheherezade de morir y que ahora también podrían salvarnos a nosotros. Todos, así no hubiéramos sido secuestrados, éramos víctimas del miedo, del encierro. Colombia era un país inviable.
Hoy escribo este artículo después de leer el libro de Humberto de la Calle, “Revelaciones al final de una guerra”, un libro para entender que el camino recorrido para buscar la paz fue necesario y no debemos arrepentirnos. ¿Que pudo ser mejor el recorrido?, tal vez, al igual que pudo ser más sencillo si algunos políticos no se hubieran ensañado contra el proceso y actuaran partiendo de montones de mentiras que sus borreguitos se comerían completicas para hacer más difícil el inicio del fin del conflicto con las Farc.
No hay nada peor que luchar contra la ignorancia, contra la gente que discute sin haber leído, por ejemplo, algún acuerdo. En el libro quedan en evidencia varios de esos gremios “aguerridos” que vociferaron y opusieron a algo de la mesa de negociación, pero que apenas fueron confrontados dejaron en evidencia la vergüenza de no haberse leído ni una sola coma. Que pase esto en nuestro país es tristemente normal, ya hemos visto políticos y delfines que votan sin haber leído. Cuando se quiere estropear algo, siempre es mejor llevar a cuestas la ignorancia.
Lo que yo vi en “Revelaciones al final de una guerra” es, sencillamente, el trabajo juicioso de un grupo de hombres que trataron de hacer las cosas lo mejor que pudieron a pesar de que afuera, un montón de guerreristas quisieron sabotearlo todo, echar al traste una intención vital para creer por fin en este país. Muchos dirán que esta no es una paz perfecta, y en efecto no lo es; sin embargo, como dijo el mismo Humberto de la Calle, “la persistencia en la violencia debe ser un incentivo para continuar el camino”. Es necesario cimentar por fin la no violencia en nuestro país. “Como lo hemos dicho mil veces, la cuestión principal no es solo el silencio de los fusiles –que ya es un logro monumental– sino la construcción de una sociedad más incluyente y menos inequitativa”.
Una lección aprendida en este proceso fue que tratar de abarcarlo todo no tiene sentido, pensar que Colombia será distinta de la noche a la mañana es imposible, pero al menos ya empezamos, y si se respetan los acuerdos habremos emprendido el camino que debimos tomar hace más de 50 años.