Por SANTIAGO BURBANO OROZCO
UPB. Facultad de Comunicación Social-Periodismo, 8° semestre.
santi.burbano20@gmail.com
Usted, colombiano, que tantas veces levantó su índice para señalar al violento, vuélvalo a hacer, exactamente igual, con el mismo índice puntiagudo, pero frente a un espejo. Usted bien señaló al hombre que manejó el carro bomba, señaló también al asesino sin rostro de tantos líderes sociales, apuntó al que violó y mató con brutalidad a una pequeña niña y al que secuestró a personas en la selva. Muy bien.
Pero cuando se pare frente al espejo (ojalá uno de cuerpo entero para que pueda verse todo) sepa que el violento fue usted cuando bajó la ventanilla del carro para decirle alguna porquería a una mujer en la calle, y también el día que la bajó furioso para hacerle saber al que se le metió lo mucho que lo molestó. Fue usted cuando insultó al que puso la equis sobre la cara del lado. Dese cuenta que usted fue violento cuando cogió el celular y amenazó a alguien que no conoce desde su anonimato seguro.
Igual, la vez que hizo trampa para conseguir el trabajo y el examen, como cuando persiguió al de camiseta de escudo y colores distintos. Violento también cuando se coló en la fila, cuando le gritó y le pegó a su familia, cuando humilló a su empleado. La violencia salió de su boca cuando dijo: “Indio tenía que ser”, “negro tenía que ser”, “marica...”, “desechable...”.
Mírese en ese espejo y entienda que arma y muerte no son los únicos sinónimos de violencia. Y cuando se le venga a la mente lo terrible de las guerrillas, de los sicarios, los narcotraficantes, de algunos políticos, de su vecino o de su compañero de trabajo, recuerde también que en tantos otros momentos el violento es usted. Entonces dese cuenta de la oportunidad que tiene frente a usted, de que el “las cosas nunca van a cambiar” empieza por ese espejo. Señálese, con el juicio en la punta de su dedo, y piense bien si usted sí está en condiciones de ser el que tire la primera piedra.
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