Las relaciones comerciales entre Cuba y China son las segundas en importancia después de las que mantiene la isla con Venezuela. Pero su naturaleza es en esencia diferente. Cuba sobrevive en lo económico debido a una suerte de alianza muy bien tejida con los gobiernos chavistas venezolanos que perdura desde hace dos décadas. Y el petróleo es el componente más importante de esa relación. Si Cuba no ha colapsado se debe únicamente a una suerte de relación preferida y sui géneris entre la isla y el país caribeño consistente en un constante y alto nivel de suministro de crudo venezolano, para lo cual Cuba no necesita meterse la mano en el bolsillo. Le paga a la petrolera estatal venezolana con servicios cuyo valor económico atiende a unas fórmulas que solo entienden en La Habana y en Caracas. Sin embargo, esta relación preferida no ha sido obstáculo para que las entregas de barriles se hayan reducido a lo largo de los últimos dos años como consecuencia de la merma en la producción petrolera venezolana.
La relación de la isla caribeña con China tiene igualmente un componente de colaboración pero de naturaleza diferente. En primer lugar su balanza comercial está fuertemente inclinada a favor de China. De acuerdo a cifras de hace dos años, China le exportó a Cuba 2.320 millones de dólares, mientras importaba de la isla un décimo de ese monto (257 millones de dólares) Cuba colocaba en suelo chino principalmente níquel, azúcar crudo y tabaco laminado y China, por su lado les vendía a los cubanos, aparte de materias primas y alimentos, bienes de capital como maquinaria y equipos de transporte, así como químicos para sus pocos procesos productivos. Lo importante es que esta relación comercial que había llegado a ser más importante en números que la de la tradicional e histórica relación de Cuba con España, había comenzado a agrietarse. En el 2016, habían transcurrido más de dos años de encogimiento de los intercambios, debido a la incapacidad de Cuba, que se hallaba en franco proceso de debilitamiento económico, de comprar más de China, y de venderle igualmente más.
Solo que cualitativamente China había urdido un plan de afianzamiento de sus relaciones con el gobierno de los Castro que era tan importante o más que sus intercambios. Mientras la liquidez cubana entraba en barrena como consecuencia del deterioro económico de su benefactor venezolano, China se convirtió en aportante neto de líneas de crédito y financiamiento de actividades a empresarios con intereses en Cuba. También inició inversiones en el área petrolera y otras en suelo cubano. China aspiraba a ocupar frente a Cuba el puesto y ejercer la influencia que Venezuela estaba dejando libre.
El caso es que la caída económica de Cuba, a la zaga de la venezolana, redundó en un comercio menor de la isla con terceros y la relación de La Habana con Pekín también se vio afectada. Solo que a China, los aspectos no cuantificables de su influencia en Latinoamérica son más importantes que el comercio con la isla. ¿Cuánto, a fin de cuentas, pueden significar para China las compras cubanas dentro de su universo de exportaciones al mundo que superaron en 2017 los 2,5 billones?
El único inconveniente es que la gravitación política que hoy tiene Cuba dentro del subcontinente latinoamericano es realmente desestimable si la estrecha simbiosis que ha mantenido con la poderosa Venezuela desaparece. Esta está llamada a convertirse en sal y agua, y ello será la consecuencia del mal manejo económico de Nicolás Maduro unido al deseo explícito de EE. UU. de asfixiar a los dos países con las mismas medidas de bloqueo económico internacional.