Ayer EL COLOMBIANO reveló en exclusiva que una de las fotos que el presidente Duque envió al secretario general de las Naciones Unidas, para demostrar los vínculos entre el régimen de Maduro y la guerrilla del Eln, es engañosa. La foto pretendía mostrar, según lo declarado en el informe, “la penetración del Eln en escuelas rurales del estado de Táchira con fines de adoctrinamiento—Abril 2018”. Sin embargo, El COLOMBIANO demostró que la misma foto fue entregada por la inteligencia militar al periódico, que la publicó en junio de 2015, y se refería no a Venezuela, sino a escuelas rurales del departamento del Cauca. Una de dos; o el presidente le mintió a la comunidad internacional o la inteligencia militar le mintió al presidente.
Que los políticos mientan, no es novedad. Todos recordamos la polémica que desató el hecho de que el ejército colombiano utilizó el logotipo de la Cruz Roja durante la Operación Jaque. En aquel tiempo, el entonces consejero presidencial José Obdulio Gaviria afirmaba que el engaño es una virtud. “Que un Estado engañe a un enemigo no lo cuestiona ni San Francisco de Asís”, dijo en aquel entonces el hoy senador del Centro Democrático. Por aquellas épocas, había en las salas de cine una película de acción que protagonizaban unos agentes de inteligencia de Estados Unidos responsables de operaciones en cubierto en el mundo árabe. Su título era Body of Lies, Cuerpo de Mentiras. Un título que revela, más que cubrir, el accionar del Estado y quizás parte de su esencia.
Pero hoy la mentira va más allá de la práctica de la decepción en contra de un enemigo. Hoy se ha vuelto una práctica exasperada, que no parece conllevar ningún costo político para quienes la profesan. Quizás, quien más encarna esta realidad es el presidente Donald Trump. Hasta junio de este año se calcula que el mandatario de Estados Unidos ha hecho un total de 10 796 declaraciones falsas o engañosas. Su consejera Kellyanne Conway define las mentiras de su jefe como: “verdades alternativas”. Lo interesante, además de trágico, es que alrededor de estas verdades alternativas se forman comunidades de partidarios y detractores. Hoy las mentiras son parte de los mecanismos que crea la sociedad polarizada en la cual vivimos.
Cuando fueron publicados los documentos del Pentágono sobre la guerra en Vietnam, la filósofa Hannah Arendt observó que: “la veracidad nunca ha sido contada entre las virtudes de la política, y las mentiras siempre han sido consideradas como herramientas justificables en los tratos políticos”. Pero hoy la situación parece ser más grave. De hecho, la mentira ya surgió a virtud de la política gracias también a un nuevo populismo global, a la demagogia, a la inmediatez de Internet, a los prejuicios que circulan en las redes sociales y a su capacidad de diseminar rápidamente al odio. En esto está el gran peligro al cual nos enfrentamos hoy; el volver realidad un prejuicio y de esta manera desencadenar la violencia. Como ha pasado en Colombia, donde la mentira ha asesinado a multitudes.