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Daniel Quintero: un peligro seductor

$Creditonota

Por David González Escobar

Universidad Eafit
Ing. Matemática y Economía, semestre 6
davidgonzalezescobar@gmail.com

Las elecciones casi siempre culminan siendo un concurso de popularidad, no de preparación o propuestas.

La decisión de la mayoría de apáticos votantes no acaba siendo determinada ni por los largos planes de gobierno ni por las ambiguas y similares propuestas de los candidatos, sino por aquella “impresión inicial” o “bandera” que se esmeran por construir ellos mismos: todo acaba asemejándose mucho más a un concurso de belleza que a la decisión de una junta directiva.

Todos los candidatos a la alcaldía de Medellín parecen tener clara cuál es su bandera de popularidad. Algunos representan un partido y/o figura política. Otros la institucionalidad, el continuismo. Sin embargo, la gran mayoría coincide en unirse a la tendencia nacional y adoptar una palabra de significado cada vez más distorsionado: la “independencia”, la palabra de moda, inescrupulosamente abusada.

Las encuestas parecen indicar que hay un candidato perteneciente a esta tercera categoría que ha logrado desmarcarse de sus pares. Y hay que reconocerle, lo tiene bien ganado: sabe endulzar a la perfección todas sus palabras, maneja con pulcritud su imagen y lenguaje corporal, sabe cuándo y qué temáticas tocar.

Sin embargo, hay que ahondar más allá de la imagen superficial.

El “independiente” lo intercambiaría por “maleable”, capaz de adaptarse a lo que más le conviene: del arcoíris de militancias y partidos que carga detrás cada vez más se habla.

Habrá quien defienda que este oportunismo es algo inherente a la política, que se podría tolerar. Pero hay otro aspecto en las formas que sí me parece irreconciliable: el oportunismo en el discurso, que a partir de ataques incendiarios y mediáticos a EPM e Hidroituango le permitieron despegar sus aspiraciones a la alcaldía luego de estar desconectado de Medellín por su carrera política en la capital, y a la que le ha incorporado promesas populistas como la congelación de tarifas de servicios públicos.

Construir es difícil. Destruir lo construido, no tanto. Unas elecciones marcadas por el desinterés le podrían abrir la puerta a un candidato que se podría beneficiar de destruir lo construido en Medellín en los últimos gobiernos para seguir avanzando en su “maleable” carrera política. Daniel Quintero, por seductor que parezca, podría llegar a ser un peligro para Medellín. Cuestionémonos: lo popular no siempre es lo adecuado.

*Taller de Opinión es un proyecto de
El Colombiano, EAFIT, U. de A. y UPB que busca abrir un espacio para la opinión
joven. Las ideas expresadas por los columnistas del Taller de Opinión son libres y de ellas son responsables sus autores. No comprometen el pensamiento editorial de El Colombiano, ni las universidades
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