Por María Clara Ospina H.
Hace dos años de La Habana llegó un barco cargado de mentiras, impunidad y decisiones truculentas. Su tripulación, el gobierno de J. M. Santos y los cacaos de las Farc, lo presentaron al mundo como si estuviera cargado de paz, perdón, justicia para las víctimas y otras falsas maravillas.
Pero la verdad era otra. No es sino visitar pueblos y regiones, para encontrar un país agobiado por más de una docena de grupos alzados en armas, cada día más empoderados, enriquecidos por el narcotráfico, la minería ilegal, el contrabando y el tráfico de personas. ¡La paz definitivamente no llegó en ese barco!
El laxo acuerdo de La Habana premió el narcotráfico, el crimen, los secuestros, los destrozos ambientales, los abusos sexuales de personajes que hoy se pavonean como senadores por toda Colombia.
Pero Santos, haciendo gala de su cinismo y cubierto con el halo de santidad que él cree le concede el Nobel, obsequio de los noruegos, sale en El Tiempo y vuelve a insultar a más de medio país tachándolo como “enemigo de la paz”. Nada más miserable y ofensivo que ese epíteto inventado por él y sus colaboradores para apoderarse de la palabra Paz que nos pertenece a todos, que todos deseamos y estamos dispuestos a construir.
Y “demanda” el final de los crímenes contra los líderes sociales. ¡Qué descaro! Señor Santos, conteste: ¿Cuántos líderes sociales fueron asesinados durante su gobierno, por qué no lo impidió? ¿Acaso no son consecuencia del aumento del narcotráfico y la minería ilegal durante su gobierno?
Su artículo de El Tiempo, donde funge a veces de redentor y otras de víctima, lo que intenta es camuflar acusaciones reales que hoy se hacen sobre dineros de Odebrecht que, (falta que lo compruebe la justicia), lo enredan a usted y a sus allegados.
E insiste en que en el acuerdo se incluyó un capítulo de género. Díganos, señor premio Nobel, ¿se mencionan, en tal capítulo, las atrocidades cometidas contra las niñas indefensas, secuestradas de sus hogares, obligadas a servir sexualmente a los miembros de las Farc, a abortar, y a convertirse en criminales?
Con cuánta astucia, en su escrito alude al Papa como si fuera su guardaespaldas personal, mientras usted esparce la cizaña entre los colombianos. Lo que usted intenta es ahondar esa profunda división que nos dejaron sus ocho años de gobierno y que el presidente Duque trata por todos los medios de cerrar.
La gran mayoría deseamos encontrar un camino de reconciliación para enfrentar los problemas heredados: la rampante corrupción, los mares de cocaína, la proliferación de los grupos armados, el desgaste del medio ambiente y los crímenes contra los líderes sociales, los soldados, los policías. ¡Señor Santos, por favor, déjenos en paz!.