Querido Gabriel,
No parece casual que la misma semana hayamos tenido la visita de Arthur Brooks* para conversar sobre su libro Ama a tus enemigos y que un grupo de instituciones lideradas por Eafit haya presentado el resultado del proyecto Tenemos que hablar Colombia, con valiosas reflexiones acerca de nuestro estado anímico actual y las transformaciones propuestas por los colombianos para el progreso del país.
Brooks habló sobre la polarización y acerca del amor como antídoto contra lo que él denomina el desprecio reinante en el debate público. Alguien le preguntó, oportunamente, qué opinaba de que la tristeza fuera, según Tenemos que hablar, la emoción predominante de los colombianos en estos momentos. Su respuesta iluminó la sala: “La tristeza viene del amor. Si los colombianos están tristes es porque aman a su país y quieren mejorarlo”.
Tal vez esta tristeza sea un duelo por el país que pudimos ser, ese en el cual aún nos podemos convertir. Posiblemente, entre el desprecio en la política y la emoción nacional de tristeza haya alguna correlación. “El pesimismo colombiano se relaciona profundamente con la política y la manera como se toman decisiones públicas [...]”, señala el informe mencionado. El profesor Brooks explica que la tristeza es una expresión de duelo, nos entristecemos cuando sentimos que hemos perdido algo. ¿No crees que nos duelen la falta de sensatez en el debate político y la ausencia de unos mínimos estándares éticos en el servicio público?
Por otro lado, aunque estemos tristes, tenemos esperanza. “Confiamos en la ciudadanía, en la academia y en las organizaciones sociales. [...] confiamos en la movilización social revestida de ideas y argumentos, confiamos en la razón y reconocemos el poder transformador de las ideas”, dice el informe. Celebramos, además, nuestros avances, nuestra diversidad cultural y natural y valoramos nuestra Constitución por ser “[...] la posibilidad de tener horizontes compartidos”.
¿Qué tal si invocamos, entonces, más allá del desprecio de unos pocos y la tristeza general, las ideas y la energía necesarias para construir juntos a partir de aquello que nos enorgullece y nos une? Utilicemos la rabia como materia prima para forjar acuerdos y la tristeza como una fuerza para impulsarnos a trabajar juntos. “Cuando siento ira, quiere decir que me importa lo que el otro piensa”, dijo Brooks en su conferencia en el Mamm. “La tristeza es muy importante, sentirla nos impulsa a la acción y a intervenir las causas que la generan”, comentó luego.
Dialoguemos sobre el amor, no el sentimiento, sino el acto civil y político, como lo describió el papa Francisco. Elijamos la esperanza que se construye desde la justicia y la compasión, valores comunes a toda la humanidad. Inspiremos nuestra conversación con este hermoso desafío planteado por Brooks: “La civilidad y la tolerancia plantean un estándar demasiado bajo. Necesitamos amor para poder, de esta manera, disolver la ilusión del odio”.
* Arthur C. Brooks es profesor de Harvard y uno de los más influyentes columnistas norteamericanos con su artículo semanal “Cómo construir una vida” en la revista The Atlantic.