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Por Luis Gonzalo Mejía Cañas
Con relación al muy importante túnel de Oriente, existe un aspecto que parece menor y es la adecuación que se realiza en la glorieta de San Diego –que forma parte de ese megaproyecto– y la desafortunada demolición de su emblemática fuente.
A comienzos de los años 80, Medellín ejecutó su último plan de puentes, en una época en que se construía lo que la ciudad requería y no lo que sus gobernantes querían mostrar para obtener galardones internacionales. De esa época son, entre otros, los puentes de la 65 con la 33, el de la avenida Guayabal con la 30, el intercambio de San Juan con la 80 y el intercambio de San Diego (Diseño estructural Área Ingenieros).
Me correspondió ser uno de los asesores del Municipio en la ejecución de algunos de esos puentes y recuerdo que, en forma previsiva, en el intercambio de San Diego se construyeron más profundas las fundaciones de dos de los pórticos de apoyo de la superestructura que están localizados dentro de la glorieta, para poder deprimir la 33 y empalmarla con la avenida de las Palmas. Esa sí, hubiera sido una solución real de ingeniería, para una ciudad como Medellín.
