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Elbacé Restrepo
Columnista

Elbacé Restrepo

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Detrás de cámaras

Por Elbacé Restrepo

elbaceciliarestrepo@yahoo.com

El pasado 10 de octubre se celebró el Día Mundial de la Salud Mental, con el respaldo de la Organización Mundial de la Salud (OMS), para crear conciencia sobre esta problemática y, más que eso, para que se asuman compromisos serios, para aumentar la inversión y para que la atención integral de quienes padecen algún trastorno de esta índole sea una realidad en todo el mundo, tratando de subsanar el abandono crónico que ha sufrido por años. “Un error histórico”, como lo reconoce esta entidad.

Durante la pandemia no solo ha habido un incremento en los casos, sino que se agravaron los preexistentes por el poco acceso a los especialistas y las interrupciones en los tratamientos. Pero, como de algo malo suele salir algo bueno, por lo menos ahora la enfermedad mental empieza a dejar de ser tabú. Ya no es motivo de vergüenza reconocer que todos podemos sufrir trastornos que afectan el estado de ánimo, el pensamiento, las emociones y el comportamiento.

No importa que Instagram nos siga mostrando sonrisas perfectas de gente infinitamente feliz. Detrás de cámaras puede haber alguien que necesita abrir su corazón, como lo hizo alguien de todos mis afectos cuando le comenté que estaba muy bonita.

“Yo sé que me veo bien. Lo que nadie se imagina es todo lo que ha pasado para yo estar así”. Y con “así” se refería a flaca, que no es producto precisamente de su disciplina, sino, como me dijo luego bañada en llanto: “por un síndrome de ansiedad generalizado y los ataques de pánico que he venido sufriendo de tiempo atrás, lo más duro que he tenido que soportar en mi vida, que me quitan el aire, la risa y las ganas de comer. De ahí los quince kilos perdidos. Una prueba más de que todo en las redes se ve perfecto”.

Las causas son particulares de cada caso, pero algunos síntomas pueden ser comunes: Angustia, que empezó esporádica y fue llenando todos sus momentos. Un corazón que, en vez de latir, galopa, duele y quiere explotar en su pecho. Un miedo infinito a todo y a nada. Llorar y llorar, sin saber por qué. Un taco que le aprieta la garganta. Temblores, cambios de temperatura corporal, agotamiento físico, desespero, desgano de todo. Ni su hijo, siempre tan amado, le alegra la vida en los peores días. Una mente inestable de la que se apoderan pensamientos negativos. Dolores de cabeza, mareos, unas ganas locas de morirse... El infierno.

La enfermedad mental es la reina de la incomprensión: “Pero usted que todo lo tiene...”, “ponga de su parte” o “hay gente peor” son frases de cajón que no ayudan al enfermo. En cambio, hay que acompañarlo, oírlo sin menospreciarlo y alentarlo a buscar ayuda profesional idónea, urgente y oportuna. Aunque, la verdad, lo de urgente y oportuna es una utopía. Por urgencias pocas veces se atienden estos casos y la oportunidad es lenta. ¿Cómo salir de una crisis mental con una cita psicológica al mes o con una psiquiátrica cada tres o cuatro meses? ¡Error histórico es poco! Corregirlo de inmediato es inaplazable 

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