En el libro Derecho a la Esperanza se cita una de las últimas intervenciones que el empresario Nicanor Restrepo hizo dirigiéndose a los estudiantes de la Escuela de Minas durante su graduación: “La vida del hombre se recorre en medio de controversias y conflictos cotidianos. ¿Qué sería de nuestra existencia si todos los obstáculos, las dificultades y las diferencias no se dieran? (...) Lo grave entonces no son los conflictos, sino la falta de mecanismos oportunos y accesibles para dirimirlos” (Restrepo, 2013; citado en Comfama, 2018, pág.38)
En escenarios de incertidumbre, como en el que hemos estado en las últimas semanas en la ciudad, se hace imprescindible volver a los principios fundamentales que nos han permitido construir acuerdos sobre la ciudad región que habitamos. La confianza y la corresponsabilidad en la gestión de lo público ha sido parte esencial en la forma como se ha concebido la interacción entre el Gobierno, el sector social, el sector empresarial y la academia. La gobernanza colaborativa para la construcción de valor público, entendido esto último como el mayor reto colectivo, nos ha permitido elevar la conciencia sobre la importancia del bien común y, en esa medida, ha servido de faro para ayudarnos a superar enormes desafíos que han sacudido nuestra vida social.
Esa construcción de sentido sobre lo que nos es común como ciudadanos y nos convoca como sociedad no está exenta de preguntas ni de discusiones. Con regularidad, una sociedad tiene que tener la capacidad de evaluar de manera crítica sus logros, reflexionar sobre sus fracasos y, especialmente, hacer del diálogo, la deliberación y la conversación pública los medios para encontrar en el camino mejores rutas que le permitan construir futuro.
En este llamado a revisar los acuerdos fundamentales la academia juega un rol especial. Un rol que no es nuevo y que ya nos ha permitido, en momentos más difíciles, mirar hacia atrás, reflexionar sobre lo aprendido, documentar lo bien hecho y revisar críticamente y con rigor los errores cometidos. La voz de una María Teresa Uribe en la Universidad de Antioquia para reflexionar sobre la violencia, la tenacidad de Beatriz Restrepo para propiciar la deliberación plural o el rigor de Jorge Giraldo para no perder de vista los temas que nos deben preocupar en la agenda de políticas públicas, algunas de las varias voces que nos han dado perspectiva, han hecho del diálogo colectivo un propósito.
Esta crisis es una oportunidad para la introspección colectiva. Qué funciona y qué debemos revaluar en ese arreglo social de gobernanza colaborativa alrededor de lo público es hoy una tarea necesaria. Así como hemos celebrado una Medellín y una Antioquia innovadora, resiliente y capaz, también es un llamado a hacernos las preguntas incómodas y a administrar la incertidumbre con inteligencia, confianza y espíritu.
Finalmente, es una invitación a no perder de vista los enormes desafíos que tenemos en adelante. Esta ciudad región tiene retos estructurales que requieren nuevos acuerdos y activos de conocimiento: la competitividad y la infraestructura para el desarrollo del departamento con el Puerto, las vías 4G y el desarrollo industrial; la transición energética y la economía verde; la equidad de género y la mayor participación laboral de las mujeres; los nuevos modelos de participación ciudadana y de diálogo social; el desarrollo rural. Nuevos vectores de cambio que sólo podrán gestarse en un escenario de diálogo social, confianza y visión compartida.
* Directora de Desarrollo Económico y Social de
Proantioquia.