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P.D. Mario Franco
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P.D. Mario Franco

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DIOS: AMOR Y VIDA

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P.D. Mario Franco

director@vid.org.co

Dentro del contexto festivo y esperanzador de la Pascua, la liturgia hoy nos habla del verdadero Amor, el Amor de Dios, fuente de todo amor para el mundo.

Siempre despierta inquietud, verificar que los hechos y momentos esenciales de un ser humano: “nacer, morir y amar” no dependen en última instancia de él. Por más que hagamos intentos -todos fallidos- por hacerlos dependientes solo de nosotros; las cosas y consecuencias nos resultarán mal. Por esta vía, los resultados se tornan privados, sometidos a intereses particulares; contra el interés común, válido para todos sin exclusión.

Cuando queremos decidir “independientemente” sobre nuestra vida o la de otros, nos equivocamos. Sobre su muerte y su momento: nos equivocamos. Sobre el AMOR..., cuando queremos “ser” o jugar a ser Dios, sobre nosotros y los otros: nos equivocamos. Terminamos con un mundo al revés y desconcertados.

La vida en su comienzo y final depende de Dios. El amor -que es y viene de Dios- depende de Dios. Lo que sabemos, experimentamos y hacemos sobre la vida y el amor, lo logramos; porque primero, hemos sido alcanzados, amados por Dios. Él nos amó primero y nos habilitó para amar y vivir. No fuimos quienes lo elegimos, fue Él quien nos eligió y amó para que pudiéramos tener vida y abundante. Si podemos amar a otros y dar vida, es porque somos seres esencialmente amados y “para ser amados”, por Dios y por los otros...

Esto corresponde a un lenguaje o visión elemental y simple; pero que en este mundo “al revés”, ha terminado por ser un lenguaje ignorado, extraño y confuso ¡La vida y el amor son dones del espíritu! Vienen de Dios. Como Pedro tenemos que reconocerlo y no oponernos al espíritu, en la vida y entre nosotros. La vida estará ordenada y procederá “rectamente” cuando nos disponemos a seguir y dejar seguir al espíritu. Al amor y a Dios entre nosotros.

Nuestras determinaciones “independientes” por buenas que sean, no pasan -en lo esencial- por encima del espíritu. En ese momento, lo que funcionaba positivamente, se torna desordenado y negativo; opuesto al buen ser y acontecer del amor y de la vida entre nosotros. Desordenamos así todas nuestras intenciones y operaciones. Lo que hacemos y aspiramos para el “bien común”, puesto en “manos de Dios, del espíritu y del amor”, pierde su sentido, orden y razón de ser para volverse desconcertante en manos privadas y particulares (egoístas).

Seguirá siendo muy mal negocio negar a Dios, tratar de sacarlo de nuestro medio. Quizá sea propio de mentes confusas, quienes reclamando independencia por autonomía, se pierden en des-identidad, por pelearse con Dios en su vida.

(Un bello reflejo del amor y vida de Dios, son nuestras madres. Feliz Día de la Madre).

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