Es grave: 33 000 estudiantes de la educación básica y media se retiraron de las aulas en 2020 en Antioquia y este año no se tienen noticias de 20 317. Con seguridad el total nacional debe ser muy alto.
Del tema pocos hablan, pues la educación no llama la atención de gobernantes ni de periodistas, aunque sin ella nos va peor: se frena el desarrollo del país, aumenta la brecha entre ricos y pobres y se cocina un caldo que nutre la violencia.
Será difícil recuperar todos los desertores. Lo sucedido por la pandemia es clara muestra de que la educación no es pertinente ni atractiva.
¿Qué les espera a un niño o a un joven campesino que terminen estudios básicos, más en sitios apartados? Acá se ha gastado mucho en obras enormes, mientras los Centros Educativos no tienen ni agua potable, si es que tienen agua, tampoco computadores ni conexión. Y hasta gobernadores que han repetido cantan el mismo estribillo de su primer mandato: “ahora sí vamos a conectar”.
En vastas zonas rurales ni señal de celular hay. Siguen siendo sus habitantes los grandes relegados de los gobiernos y la sociedad.
Algunas instituciones en esta emergencia sanitaria han recurrido a la radio, una opción válida, herramienta que no se entiende cómo cayó en desuso.
Pero definitivamente hay que diseñar un currículo (según la región) que les sea atractivo y útil a niños y jóvenes, que responda a las necesidades y el modo de vida del entorno (es común verlos emigrando a las cabeceras –por esta y otras razones- porque el campo no les asegura la vida).
La actual situación plantea no solo las carencias de conexión tecnológica sino del sistema educativo como tal, alejado de la realidad e inflexible.
Si no pueden aspirar a la educación superior porque no les llega y tienen hondas carencias de conocimiento básico, lo menos es ofrecerles 11 años que los dejen muy bien capacitados para distintas actividades (no solo para ser jornaleros por días, que es como se emplea con frecuencia hoy a los campesinos hipotecándoles su futuro).
Esto exige no solo un vuelco en el currículo (tema del que hablan los gobernantes pero nada concretan) sino también en la docencia, anquilosada en determinados ambientes.
Estos desertores quedan como carne de cañón para toda clase de grupos delincuenciales o sus sueños terminan reducidos a engrosar las filas de la Policía o el Ejército.
Esto es muy serio.
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