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Echar el freno para una pausa

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Por Margaryta Yakovenko

Durante años se ha creído que los primeros humanos descartaban y abandonaban a todos aquellos niños, adultos y ancianos que enfermaban o ya nacían débiles. Pero recientes descubrimientos demostraron que, ya en su momento, los Neandertales cuidaban en comunidad de sus enfermos logrando que vivieran hasta edad avanzada. ¿Cuándo comienza entonces a repugnarnos el dolor de los demás? Es complicado ponerle una fecha exacta, pero no es difícil ver que es en la actual sociedad del rendimiento cuando más crueles nos hemos vuelto.

A lo largo de los años, me he encontrado en demasiadas ocasiones con comentarios despiadados y miradas reprobatorias cuando un compañero o compañera se incapacitaba. Porque no nos gusta sentirnos masticados y escupidos por el sistema, pero si nos sentimos así, queremos que los demás se sientan igual y que no busquen ayuda.

Cuando la vicepresidenta tercera del Gobierno de España y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, escribió en Twitter la semana pasada que el médico le obligaba a cancelar su agenda de trabajo y le prescribía reposo, no pude evitar pensar en todos esos días en los que nos levantamos, vestimos, producimos y producimos, aún estando mal, aún estando fatal. “Hay días en los que nuestro cuerpo nos exige parar y que nos cuidemos para poder seguir”, escribió la ministra, y yo pensé en todas las veces que he silenciado mi cuerpo con analgésicos en vez de darle ese reposo. El gesto de Díaz, hacer público que necesitaba descanso, fue revolucionario. No estamos aún acostumbrados a que los que nos dirigen admitan que son humanos.

En 2018, otra política también de izquierda, Alexandria Ocasio, dijo algo muy parecido: anunció que pararía una semana para cuidarse y evitar agotarse. Pero 30 años antes, en 1988, la activista y escritora feminista Audre Lorde lo dijo mejor que nadie: “Cuidar de mí misma no es autoindulgencia, es autoconservación y es un acto político”. El problema es que esa reivindicación a echar el freno de mano cuando vemos que el coche está empezando a rodar por la ladera nace de nuevo desde las mujeres feministas. Nosotras somos las que parando damos ejemplo y permiso al resto a detenerse, pero lo que nos encontramos es a individuos e individuas que en vez de celebrarlo, aprovechan para estigmatizar la necesidad de descanso. La crisis del covid recalcó nuestra debilidad como especie, pero aun así no podemos permitirnos una pausa sin sufrir la burla.

Lo que necesitamos es ver a señores del Gobierno o del gran empresariado admitir que también son seres humanos frágiles. O al menos, que ni siquiera ellos pueden seguir el ritmo que nos han impuesto

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